La ciudad de Sochi fue
un importante centro turístico ruso del mar negro antes de la epidemia, cercano
a la frontera con Georgia era famosa por su oferta de playa y montaña juntas,
los picos del Cáucaso coronados por la nieve y las playas del mar negro.
Allí, adquirí un pequeño
apartamento en primera línea de playa por un precio irrisorio durante la crisis
de los 90. Desde entonces toda la
familia veraneaba en Sochi.
Era junio y Alejo aun no
había terminado sus clases, pero la tensión provocada por la epidemia de rabia
Z y el hecho de que vivir en una gran ciudad como San Petersburgo donde la
propagación era mas que probable. Me
hizo tomar la decisión de adelantar las vacaciones y marcharnos a Sochi a esperar
que las cosas se calmaran.
Durante el trayecto no
paramos de escuchar alertas y boletines informativos contando como se extendía
la rabia Z, con todo tipo de especulaciones.
Que si era una arma bacteriológica de los yanquis, que si los infectados
no morían y resucitaban, que si era una mezcla de rabia y ebola. Lo cierto es que todos pensábamos que en
Sochi estaríamos a salvo.
No debimos ser los
únicos que tuvimos la idea de refugiarnos aquí, ya que cuando llegamos,
descubrimos sorprendidos como la ciudad estaba abarrotada de gente, ni siquiera
en pleno agosto habíamos visto nunca tantas personas en la ciudad. Decidimos ir directamente al supermercado a
por provisiones. Aquello era como un
primer día de rebajas, todo el mundo corría y cogia lo que encontraba, en el
estado que estuviera. Lo habían dejado
prácticamente vacío, la gente lo había comprado todo, me recordó a cuando
empezó la guerra de Chechenia y todo el mundo arraso las tiendas.
Cuando llegamos a casa
con lo poco que pudimos conseguir en el super, nos encontramos a unos vecinos
con los que teníamos bastante amistad.
Nuestros hijos se conocían desde pequeños y ambos eran unos viciados de
las videoconsolas. Los Kasparov tenían
bastante pasta y fama, el era un famoso ajedrecista, campeón del mundo varias
veces y ella había sido top model hasta que se caso con el y aun conservaba
toda su belleza. Nos regalaron parte de la comida que ellos tenían, ya que el no
tenia problema para conseguir más. Durante la tarde nos pusieron al día de los
cotilleos y lo que ocurría en Sochi, luego nos despedimos quedando para
encontrarnos la mañana siguiente en la playa.
Nuestro segundo día, nos
propusimos pasarlo tranquilamente, sin que las noticias del virus o la locura
de la gente nos lo jodieran. Preparamos
la bebidas, palas, toallas, etc. y bajamos a la arena. Nos alegramos al ver que había mucha gente en
la playa, no todo el mundo había entrado en la espiral del pánico y corría de
un lado a otro comprándolo todo. Allí
afortunadamente se respiraba paz y tranquilidad, la paranoia no había llegado a
la orilla del mar. Buscamos a los
Kasparov y nos plantamos a su lado, lo único bueno de toda esta locura es que
por lo menos la playa no estaba petada y te podías poner donde te saliera de los
huevos.
-
¿Habéis oído lo del
toque de queda en Moscu? – pregunto Gari.
-
Si, la cosa se esta
poniendo fea – Conteste
-
¿A ti eso no te
afecta? – Me pregunto Dasha, la mujer de Gari, girándose en la hamaca para
tomar el sol boca arriba.
-
¿Tu eras policía o
algo así, no Iván? – Me volvió a preguntar, y es que Dasha era un bombón de los
que te bloquea y te cuesta articular palabra.
-
En principio esto no
entra en mis competencias, pero si no
cambia la cosa al final nos salpicara a todos y se me acabaran las vacaciones,
así que es mejor no mentar la bicha -
Conteste guillandola un ojo en señal de complicidad.
Un rato después Gari se
marcho a correr por la playa y yo me quede a solas con Dasha. Como si hubiera estado esperando el momento,
ella se tumbo boca abajo y se soltó la parte superior del bikini, luego me
pidió que la extendira crema en la espalda.
Yo mire a Gari que era mi amigo y se alejaba corriendo, luego a los
niños entretenidos jugando en el agua y sin pensarlo mas me lance sobre su
espalda como un buitre. Empecé a
masajearla la espalda, su piel era suave y firme, bronceada por varios días al
sol, su cuerpo tenia unas curvas perfectas y por el lateral podía entrever sus
blancos pechos, acerque mis manos a
ellos, para tantearla.
-
¿Te parece que nos
demos un baño?, me estoy acalorando. – dijo Sacha medio sonriendo, medio
sonrojada.
Yo me adelante a ella
para que no notara la salvaje erección que sobresalía bajo el bañador y hasta
que el agua no me llegó por encima de la cintura, no me gire. Casi se me salen los ojos de las orbitas
cuando vi el diminuto bikini que llevaba, era como si se lo hubiera quitado a
su hermana de 14 años, lo marcaba absolutamente todo, no dejaba nada a la
imaginación, me llevo a una zona mas solitaria y profunda y me dijo con su voz suave.
-
¿No sabia que los
polis traíais la pistola dentro del agua? – me dijo riéndose, echando la mano a
mi bañador.
No pude aguantar más y
la agarre subiéndola a horcajadas sobre mí. Me bajo el bañador y yo la retire la braguita
a un lado, con lo que la penetración fue casi instantánea, fue un arrebato de pasión
que duro unos pocos minutos, indiferentes a lo que nos rodeaba, inmersos en el
fuego del deseo mutuo.
Ese momento mágico lo rompió
una voz familiar que sonó a mi espalda, devolviéndome a la realidad.
-
Papa, mira la playa –
Grito Alejo que estaba a pocos metros señalando la orilla.
Lo que pocos minutos
antes era un oasis de paz y tranquilidad se había convertido en gritos y pánico. La gente corría en todas las direcciones
gritando. Huyendo de un loco que mordía y atacaba a todo el mundo ya fueran
niños o ancianos. Un hombre mas ancho
que alto intento detenerlo y recibió un mordisco que le arranco media mejilla.
Después de eso nadie mas lo intento.
Les dije a los niños y a
Sasha que cogieran las tablas y nadaran hasta la boya, a unos 200 metros y que no dejaran
que nadie se acercara, si era preciso que nadaran mas adentro. Los infectados aumentaban, pero aun no eran demasiados.
Era más el pánico generado por el miedo, que el peligro real, además parecían
un poco torpes y descoordinados. En la orilla vi a Gari acercarse, seguía
corriendo, mirando a un lado y a otro sin explicarse lo que pasaba, directo
hacia una maruja gorda infectada que había recibido varios mordiscos en las
tetas (¿Quién tendría tan mal gusto?).
Le grite a Sacha que se quedaran donde estaban, que de momento no
corrían peligro, yo iría a buscar a Gari.
Salí del agua, a su encuentro lo mas rápido que pude, gritándole que se
alejara de la orilla y de la gente. Instintivamente
agarre un cubo lleno de arena y se lo lanzé, lo esquivo y acabo impactando en la cabeza de una señora infectada, Gari en vez de huir se acerco a ayudarla, estaba a punto de ser mordido por la Maruja zombi,
me lance sobre ellos y la embestí con todas mis fuerzas, la atravesé la tripa
con la punta inferior de la sombrilla.
-
Esta ya no da mas guerra –
dije hundiendo la sombrilla en la arena con la mujer atravesada como un pincho
moruno.
Gari estaba a punto de recriminarme
lo que había hecho, cuando la gorda se volvió a levantar con la sombrilla
atravesada en el pecho, como la que tiene clavada una astilla. Los dos nos miramos estupefactos, sin
acabarnos de creer lo que veíamos. Era
verdad, estos tipos no morían, no servia de nada enfrentarse a ellos. Corrimos hacia el agua, nadando hacia donde
estaban Sacha y los niños. Desde allí vimos como la playa se quedaba desierta
poco a poco y como personas en principio muertas o heridas se convertían en
infectados, que deambulaban por la orilla buscando otras victimas,
afortunadamente no eran capaces de nadar y los que intentaban llegar a nosotros
eran rechazados por las olas o chapoteaban descontroladamente.
Al final la sirena de
varios coches de policía, se escucho acercándose a la playa, saltamos de alegría y yo me abrace a Sacha
sintiendo el calor de su cuerpo de nuevo contra mi pecho durante unos
segundos. Varios agentes se bajaron de
los coches armados de pistolas y escopetas.
Sin mediar palabra empezaron a disparar contra todos los infectados que
un momento antes deambulaban por la playa y ahora se acercaban peligrosamente a
ellos. Al principio pensé que seria
una masacre de infectados, pero cuando vi que los tiros a bocajarro apenas
servían para retrasarlos unos pocos segundos, me di cuenta que la cosa estaba
jodida. Al final alcanzaron a un par de
agentes y los demás impotentes contra los infectados subieron a sus coches y asustados
escaparon.
En el agua de momento
estábamos seguros, pero estaba claro que la policía no podía frenarlos y la
unidad mas cercana del ejército estaba en la frontera con Georgia, no podíamos
contar con ellos, mientras una sucesión de explosiones y llamaradas empezaron a
escucharse y verse por toda la ciudad.
Estaba claro que la situación estaba descontrolada y nadie vendría a recatarnos
a nosotros cinco de la playa.
Todos me miraron
preocupados, esperando que se me ocurriera como sacarlos de allí, la playa y el
paseo marítimo se llenaban de infectados por instantes y el frío y el hambre no
tardarían en llegar.
-
Un patín ¡¡¡ - grite
-
¿Cómo que un patín,
explícate Ivan? – me dijo Gari.
-
Vamos a la orilla a
por un patin y nos vamos pedaleando hasta la frontera con Georgia, allí esta el
ejercito y estaremos a salvo.
-
Pero son mas de 40 kilómetros –
replico Sasha preocupada.
-
Son 35 hasta la
desembocadura del río Psou y será mas fácil encontrar ayuda moviéndonos, que parados
aquí – les explique.
-
Iván tiene razón,
adelante – dijo Gari
El plan era simple, Gari
los distraería, corriendo por la orilla, tratando de alejarlos de los patines que estaban varados
dos o tres metros en el interior de la playa, mientras Sasha y yo alcanzaríamos
el patín. Lo empujaríamos juntos al agua y los dos pedalearíamos lo mas rápido
posible. Un plan sencillo que se torció
cuando Sacha decidió sobre la marcha que los niños necesitarían toallas para el
frío y comida para el hambre. Aprovechando que yo empujaba el patín al agua,
ella se puso a buscar entre los enseres abandonados en la arena. Los infectados la rodeaban y cada vez estaban más
cerca, pero ella seguía buscando sin miedo. Abandone el patín flotando en la orilla y corrí
a rescatarla. Con una sombrilla a modo
de bate de béisbol fui sacudiendo a los infectados una y otra vez hasta que
Sasha encontró todo lo que necesitaba y pudimos subir en el patín. Un último infectado intento subir a bordo y
una patada giratoria impacto en su cabeza devolviéndolo a la orilla.
A la vez Gari esquivaba
a los infectados como si fuera un quáter back de rugby en vez de un jugador de
ajedrez. Cuando Gari dejo la arena y se
introdujo en el agua soltó un grito de dolor, un infectado que no vio bajo el
agua lo había enganchado, forcejeo unos segundos y por fin escapo. Yo me temía que le hubieran mordido e
infectado. Llego braceando hasta
nosotros y al llegar al patín comprobé con alivio que no tenia mordiscos ni
arañazos, subimos a los niños y pedaleamos dirección a Georgia, de momento estábamos
vivos y salvos.