martes, 23 de abril de 2013

EL CUMPLEAÑOS DE ALEJO


-        ¿Qué te pasa Iván, se te nota jodido? – pregunto Martos.
-        No pasa nada, es que hoy es 25 de Enero, es el cumpleaños de mi hijo – conteste sin poder evitar que me vinieran a la mente recuerdos del ultimo cumpleaños.

Mi hijo cumplía 10 años,  como es enero y la meteorología  te permite pocos planes de cumpleaños.  Ese año decidimos celebrarlo en el palacete de Micaela, mi tía querida.  Tenia un gran jardín apropiado si hacia buen tiempo y un amplio salón por si teníamos que estar en el interior.   Los invitados eran compañeros de colegio de Alejo, vecinos y familiares, todos de su edad y la idea era organizar juegos en el jardín con la ayuda de la tia Micaela y la de Catalina una profesora de Alejo, simpatica y predispuesta a ayudar, ademas pensé en contratar a unos payasos para que entretuvieran a los chicos.

En ese momento la enfermedad era solo un rumor y a pesar de ser el tema de conversación de todo el mundo y ser el tema estrella de los telediarios y los canales de televisión, allí aun no habíamos visto a ningún infectado.  Por lo que no nos preocupaba en exceso.

A lo largo de la mañana los chicos fueron llegando, sus padres los dejaban en la puerta y se despedían hasta la tarde,  que debían pasar a recogerlos.   La cosa empezó mal, los niños estaban todos en casa y los tres payasos contratados no aparecían.    Cuando aparecieron me contaron una película de un loco que los había atacado.  Al parecer  hubo un accidente provocado por un camión y ellos pararon a auxiliar a los heridos pues el accidente había sido mortal.  La sorpresa fue que no solo el conductor del camión no había muerto, sino que además salía furioso del camión y atacaba a todo el mundo.   Ellos intentaron ayudarlo y recibieron varios mordiscos y arañazos.  Al final llego la policía y entre varios agentes lo sometieron y se lo llevaron detenido.

Debía de ser verdad porque llevaban parte de la ropa rasgada y con manchas de sangre.  También me enseñaron los arañazos y mordiscos, ante lo cual les dije que si querían ir al hospital y cancelar, por mi no había problema.   Ellos se negaron porque necesitaban el dinero y porque sabían que los niños les estaban esperando.  Tan solo pidieron que los dejáramos una habitación y algunas medicinas para asearse y prepararse, a lo que accedimos sin mas.

Todo trascurría con normalidad, gritos, lloros, peleas, vamos lo de todos los años.  Hasta que el payaso rojo le pidió permiso a tía Micaela para subir a echarse a una de las habitaciones pues se encontraba mal.   A pesar de ofrecerme a llevarle al medico, ya que tenia que ir a buscar mas hielo y me pillaba de camino, rechazo mi oferta, solo quería echarse un rato a descansar y luego seguiría trabajando con sus compañeros azul y verde que no es que tuvieran mucha mejor pinta.

Yo cogí el coche y me marche a la gasolinera en busca de un par de bolsas de hielo.  En la gasolinera me encontré a Rebeca, la madre de uno de los niños del cumpleaños.     Una mujer muy guapa, pelirroja con el pelo a media melena, con un cuerpo espectacular y unas enormes tetas operadas que nos volvía locos a todos los padres del colegio, a mí siempre me había atraído y me provocaba un morbo bestial.    Me pidió que la acercara a casa, se le había hecho tarde y no la gustaba andar sola por la calle cuando empezaba a anochecer.   Yo obviamente accedí encantado.

De camino a casa de Rebeca sonó mi móvil,  conecte el manos libres y la tía Micaela me dijo que estaba muy preocupada,  había subido a ver al payaso y tenia muy mala pinta, estaba mas enfermo de lo que pensábamos, los otros dos tampoco estaban mejor.  La dije que en cuanto volviera a casa los llevaría al hospital, aunque fuera a la fuerza.   Entre tanto Rebeca se había quitado el abrigo y quedaba con una camiseta que la marcaba todas las tetas, yo intentaba concentrarme en conducir sin mirárselas y ella empezó a contarme sus problemas conyugales, su marido era un vendedor de seguros y todos sabíamos que era un putero, luego me preguntó por mi situación sentimental y me dije date que esta quiere tema.

Quizá era un poco precipitado, pero me la quería follar  y tenía prisa por volver al cumpleaños así que paré el coche  en un descampado solitario y sin cruzar mas palabras me lance sobre sus empitonadas tetas.  Nos besamos, me desabrocho el pantalón y desde su asiento empezó a chupármela hasta que me corrí dentro de su boca.   Luego se quito el pantalón que llevaba y se subió sobre mí, quedando ambos encajados en el asiento del conductor.     Ella me besaba el cuello y yo hacia lo propio con las tetas, eran tan duras y redondas como imaginaba, en unos segundos consiguió que volviera a tener una erección de caballo, lo noto y se la introduzco entera, yo note como iba penetrando su estrecho chochito y quedaba encajada, luego poco a poco producto de los jugos que segregaba empezó a moverse arriba y abajo ayudada por mis manos que la sujetaba y empujaban desde el culo.

El manos libres volvió a sonar le pedí a Rebeca que guardara silencio un momento y contesté.

-        estoy llegandoooo...tiaaa! -  La dije sin dejarla hablar, pensando que sus llamadas eran preocupada por mi tardanzay no queriendo mentirla.
-        ¡!!!El payaso se ha vuelto loco ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ - Grito desesperada.
-        Que dices te escucho fatal – conteste intentando subir el volumen del manos libres através de Rebeca.
-        ¡¡¡Esta atacando a los niños……..  -   Escuche antes de que se cortara y solo quedara el tono del teléfono comunicando.

La di el teléfono a Rebeca para que llamara a casa,  yo arranque el coche y como si me fuera la vida en ello puse la directa a casa, sorteando todos los coches y las personas que se me cruzaban en el camino.

Cuando llegue al palacete los niños salían corriendo de la casa, todo el mundo corría y gritaba.  La cara de terror y el pánico que desprendían reflejaba un suceso horrible, ¿que debía haber pasado en el interior?.  Vi a Catalina en la puerta de casa y la pregunte por Alejo y por la tia Micaela, se encogio de hombros sin saber que contestarme.  

Le dije a Rebeca que llamara a la policía y que se quedara con Catalina.   Yo cogí la Makarov que llevaba en la guantera y entre en el palacete tan rápido como pude.   Anduve hacia la sala principal de la casa y allí en mitad del salón el payaso azul, estaba sobre un crío hurgando dentro de sus intestinos.   Corrí hacia el y salte impactando con mi bota en su pecho.  Busque el pulso al chico, no lo encontré, era Miguel uno de los mejores amigos de mi hijo, estaba muerto y destripado.

El payaso se levanto y se iba a abalanzar sobre mi, le vacíe el cargador entero en el pecho, ocho impacto a menos de dos metros.   El payaso se levanto de nuevo, impertérrito ante los disparos, ni siquiera le salía sangre, solo unas manchas negras que desprendían un olor desagradable eran la única prueba de los impactos.   Sin pensar ni el como ni el por que, le propine varios puñetazos y patadas que hubieran roto varios huesos a una persona normal y sin embargo el payaso azul seguía en pie.

No sabia que hacer, como acabar con el, ¿seria inmortal?, entonces un grito me saco de mis pensamientos, eran los gritos de auxilio de un crío, en el piso de arriba.   Olvide al payaso azul y subí las escaleras de tres en tres, el payaso intento seguirme pero no pudo, era bastante torpe.    Así que renuncio a perseguirme se giro  y volvió a cebarse con Miguel, como si nada mas existiera para el, sin que los disparos o los golpes hubieran modificado su conducta de autómata lo mas mínimo.

En el piso superior encontré a un segundo payaso que golpeaba frenético una puerta, por unas tablas rotas en la puerta se escuchaban los gritos de los niños que estaban refugiados en el interior de una habitación.    Tenía que hacer algo o los niños estaban perdidos, el payaso verde no tardaría en romper el resto de las tablas y atravesar la puerta.   Mire a mi alrededor y vi el viejo sable de militar del abuelo, colgado en su tarima junto a su cuadro.   Desenvaine el sable y corrí hacia el payaso verde, cuando advirtió mi presencia se giro y me miro con cara de odio,  no le dio tiempo a mas, el sable voló y cerceno su cabeza que cayo rodando por el pasillo.   El cuerpo aguanto unos segundos en pie y luego se derrumbo, sentí una sensación de alivio al comprobar que los infectados no eran invulnerables, la cabeza era su punto débil.    

Tras la puerta había un grupo de compañeros de clase de mi hijo, estaban todos bien y a pesar del miedo que habían pasado, reaccionaron rápidamente y me siguieron, pasando por encima del cuerpo del payaso verde que exhalaba un hedor a comida podrida inaguantable.         Me siguieron en fila india escaleras abajo, allí estaba el payaso azul,  seguía devorando a Miguel.  Intente pasar por detrás de el,  sin llamar su atención, pero el podrido de alguna forma sintió nuestra presencia y se levanto.   Levante la espada y les grite a los chicos que corrieran a la salida.    El payaso los persiguió y yo le perseguí a el, antes de que alcanzara a ninguno le solté un sablazo en la cabeza.   No acabo con el, había que cortarla, pero al menos llamó su atención, se olvido de los niños y se giro hacia mi.    A estas alturas tenia claro que tenia que hacer rodar su cabeza o no acabaría con el, deje que se acercara, llevaba los bazos levantados lo que dificultaba el golpe en el cuello así que le asesté un par de golpes en los brazos y cayeron al suelo.   Ahora sin brazos que estorbaran tenia su cuello franco,  lance un golpe y el payaso azul también perdió la cabeza, ya solo quedaba el payaso rojo.

Me dirigí hacia el jardín,  encontré a la tía Micaela sentada en su columpio, balanceándose de espaldas, parecía que estaba bien,  me acerque a ella mientras la preguntaba por el payaso rojo y por Alejo.  Ella no me contestaba, no se giraba, solo se balanceaba, a un metro de ella me llego a la nariz el hedor nauseabundo que exhalaban los infectados.   Gire a su alrededor, aquello ya no era mi querida tía Micaela, era un ser despreciable que devoraba los restos de su propio caniche.    Intente levantar el sable, pero los brazos me  pesaban mucho, intentaba convencerme de que en realidad estaba enferma y quizás hubiera cura, no quería hacerlo, no quería ser yo y menos de esa manera.     Baje el sable y me gire, buscaría a Alejo, era lo primero, luego veríamos que hacíamos con la tía.

Eche un rápido vistazo al jardín, a priori no había nada ni nadie, entonces recordé que el escondite de Alejo se encontraba en uno de los rincones del jardín, quizás estuviera allí.  Me disponía a correr hacia el lugar cuando una mano de mi tía agarró mi brazo.    Intente zafarme de su fuerza antinatural, al final en un golpe reflejo descargue el sable contra la mano y se separo del resto del cuerpo quedando colgada de mi brazo, manchando todo de la porquería negra.      Gire 360 º con la espada haciendo el molinillo y me lleve la cabeza de la tía Micaela, no quise mirar atrás y ver su cuerpo decapitado.

Avance rápido por el jardín, conforme avanzaba salían de la espesura niños que habían sido infectados,  no me paraba a mirarlos, seguramente los reconocería a todos.  Tan solo quería llegar a la cabaña donde Alejo jugaba a esconderse habitualmente, esa era su única oportunidad de sobrevivir en este jardín del infierno.

Cuando por fin llegue, encontré al payaso rojo moviendo y golpeando furioso el árbol, esa era la señal de que alguien se escondía en el refugio.

El payaso se giro y se encaro conmigo.  A mi espalda lentamente empezaban a llegar pequeños cabrones.

-        !!Papa¡¡¡ estamos aquí - Grito  Alejo desde la puerta del refugio.
-        No os mováis de ahí, pronto vendrán a rescatarnos -  respondí mucho mas tranquilo ahora que lo había encontrado.
Cargue con toda mi furia contra el payaso rojo introduciendo el sable por su boca y atravesando su cráneo, quedó clavado  como un monigote en la corteza moviendo manos y pies, luego trepe por  el árbol y abrace a Alejo.   En unos minutos todo se había llenado de policías y militares que se llevaban al payaso rojo y a los niños infectados a una instalación especial, nos advirtieron que si contábamos algo acabaríamos en prisión.  Muchos padres me preguntaban, no sabían si su hijo estaba muerto, infectado o “protegido”, y nunca lo supieron.
Los días siguientes las noticias hablaron de unos payasos psicópatas que habían atacado a un grupo de niños en un cumpleaños, solo sabíamos la verdad Catalina, Rebeca y yo. Y daba igual por que el fin del mundo estaba a punto de llegar.
-        Ese es el motivo por lo que el 25 de enero me resulta tan triste, me trae malos recuerdos – Le dije a Martos
Bueno pues eso se pasa cogiéndonos un buen ciego, juntos -  me contesto mientras quitaba el tapón a un brebaje destilado por el mismo.

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