jueves, 5 de septiembre de 2013

CUANDO VAYAS A LA PLAYA, NO TE OLVIDES LA TOALLA



La ciudad de Sochi fue un importante centro turístico ruso del mar negro antes de la epidemia, cercano a la frontera con Georgia era famosa por su oferta de playa y montaña juntas, los picos del Cáucaso coronados por la nieve y las playas del mar negro.

Allí, adquirí un pequeño apartamento en primera línea de playa por un precio irrisorio durante la crisis de los 90.  Desde entonces toda la familia veraneaba en Sochi.

Era junio y Alejo aun no había terminado sus clases, pero la tensión provocada por la epidemia de rabia Z y el hecho de que vivir en una gran ciudad como San Petersburgo donde la propagación era mas que probable.  Me hizo tomar la decisión de adelantar las vacaciones y marcharnos a Sochi a esperar que las cosas se calmaran.

Durante el trayecto no paramos de escuchar alertas y boletines informativos contando como se extendía la rabia Z, con todo tipo de especulaciones.  Que si era una arma bacteriológica de los yanquis, que si los infectados no morían y resucitaban, que si era una mezcla de rabia y ebola.    Lo cierto es que todos pensábamos que en Sochi estaríamos a salvo.

No debimos ser los únicos que tuvimos la idea de refugiarnos aquí, ya que cuando llegamos, descubrimos sorprendidos como la ciudad estaba abarrotada de gente, ni siquiera en pleno agosto habíamos visto nunca tantas personas en la ciudad.  Decidimos ir directamente al supermercado a por provisiones.  Aquello era como un primer día de rebajas, todo el mundo corría y cogia lo que encontraba, en el estado que estuviera.  Lo habían dejado prácticamente vacío, la gente lo había comprado todo, me recordó a cuando empezó la guerra de Chechenia y todo el mundo arraso las tiendas.

Cuando llegamos a casa con lo poco que pudimos conseguir en el super, nos encontramos a unos vecinos con los que teníamos bastante amistad.  Nuestros hijos se conocían desde pequeños y ambos eran unos viciados de las videoconsolas.  Los Kasparov tenían bastante pasta y fama, el era un famoso ajedrecista, campeón del mundo varias veces y ella había sido top model hasta que se caso con el y aun conservaba toda su belleza. Nos regalaron parte de la comida que ellos tenían, ya que el no tenia problema para conseguir más.   Durante la tarde nos pusieron al día de los cotilleos y lo que ocurría en Sochi, luego nos despedimos quedando para encontrarnos la mañana siguiente en la playa.

Nuestro segundo día, nos propusimos pasarlo tranquilamente, sin que las noticias del virus o la locura de la gente nos lo jodieran.   Preparamos la bebidas, palas, toallas, etc. y bajamos a la arena.  Nos alegramos al ver que había mucha gente en la playa, no todo el mundo había entrado en la espiral del pánico y corría de un lado a otro comprándolo todo.  Allí afortunadamente se respiraba paz y tranquilidad, la paranoia no había llegado a la orilla del mar.  Buscamos a los Kasparov y nos plantamos a su lado, lo único bueno de toda esta locura es que por lo menos la playa no estaba petada y te podías poner donde te saliera de los huevos.

-         ¿Habéis oído lo del toque de queda en Moscu? – pregunto Gari.
-         Si, la cosa se esta poniendo fea – Conteste
-         ¿A ti eso no te afecta? – Me pregunto Dasha, la mujer de Gari, girándose en la hamaca para tomar el sol boca arriba.
-         ¿Tu eras policía o algo así, no Iván? – Me volvió a preguntar, y es que Dasha era un bombón de los que te bloquea y te cuesta articular palabra.
-         En principio esto no entra en mis competencias,  pero si no cambia la cosa al final nos salpicara a todos y se me acabaran las vacaciones, así que es mejor no mentar la bicha -  Conteste guillandola un ojo en señal de complicidad.

Un rato después Gari se marcho a correr por la playa y yo me quede a solas con Dasha.  Como si hubiera estado esperando el momento, ella se tumbo boca abajo y se soltó la parte superior del bikini, luego me pidió que la extendira crema en la espalda.    Yo mire a Gari que era mi amigo y se alejaba corriendo, luego a los niños entretenidos jugando en el agua y sin pensarlo mas me lance sobre su espalda como un buitre.   Empecé a masajearla la espalda, su piel era suave y firme, bronceada por varios días al sol, su cuerpo tenia unas curvas perfectas y por el lateral podía entrever sus blancos pechos,  acerque mis manos a ellos, para tantearla. 

-         ¿Te parece que nos demos un baño?, me estoy acalorando. – dijo Sacha medio sonriendo, medio sonrojada.

Yo me adelante a ella para que no notara la salvaje erección que sobresalía bajo el bañador y hasta que el agua no me llegó por encima de la cintura, no me gire.   Casi se me salen los ojos de las orbitas cuando vi el diminuto bikini que llevaba, era como si se lo hubiera quitado a su hermana de 14 años, lo marcaba absolutamente todo, no dejaba nada a la imaginación, me llevo a una zona mas solitaria y profunda  y me dijo con su voz suave.

-         ¿No sabia que los polis traíais la pistola dentro del agua? – me dijo riéndose, echando la mano a mi bañador.

No pude aguantar más y la agarre subiéndola a horcajadas sobre mí.  Me bajo el bañador y yo la retire la braguita a un lado, con lo que la penetración fue casi instantánea, fue un arrebato de pasión que duro unos pocos minutos, indiferentes a lo que nos rodeaba, inmersos en el fuego del deseo mutuo.

Ese momento mágico lo rompió una voz familiar que sonó a mi espalda, devolviéndome a la realidad.

-         Papa, mira la playa – Grito Alejo que estaba a pocos metros señalando la orilla.

Lo que pocos minutos antes era un oasis de paz y tranquilidad se había convertido en gritos y pánico.  La gente corría en todas las direcciones gritando. Huyendo de un loco que mordía y atacaba a todo el mundo ya fueran niños o ancianos.  Un hombre mas ancho que alto intento detenerlo y recibió un mordisco que le arranco media mejilla. Después de eso nadie mas lo intento.


Les dije a los niños y a Sasha que cogieran las tablas y nadaran hasta la boya, a unos 200 metros y que no dejaran que nadie se acercara, si era preciso que nadaran mas adentro.  Los infectados aumentaban, pero aun no eran demasiados. Era más el pánico generado por el miedo, que el peligro real, además parecían un poco torpes y descoordinados. En la orilla vi a Gari acercarse, seguía corriendo, mirando a un lado y a otro sin explicarse lo que pasaba, directo hacia una maruja gorda infectada que había recibido varios mordiscos en las tetas (¿Quién tendría tan mal gusto?).    Le grite a Sacha que se quedaran donde estaban, que de momento no corrían peligro, yo iría a buscar a Gari.  Salí del agua, a su encuentro lo mas rápido que pude, gritándole que se alejara de la orilla y de la gente.  Instintivamente agarre un cubo lleno de arena y se lo lanzé, lo esquivo y acabo impactando en la cabeza de una señora infectada, Gari en vez de huir se acerco a ayudarla, estaba a punto de ser mordido por la Maruja zombi, me lance sobre ellos y la embestí con todas mis fuerzas, la atravesé la tripa con la punta inferior de la  sombrilla.

-         Esta ya no da mas guerra – dije hundiendo la sombrilla en la arena con la mujer atravesada como un pincho moruno.

Gari estaba a punto de recriminarme lo que había hecho, cuando la gorda se volvió a levantar con la sombrilla atravesada en el pecho, como la que tiene clavada una astilla.  Los dos nos miramos estupefactos, sin acabarnos de creer lo que veíamos.   Era verdad, estos tipos no morían, no servia de nada enfrentarse a ellos.    Corrimos hacia el agua, nadando hacia donde estaban Sacha y los niños. Desde allí vimos como la playa se quedaba desierta poco a poco y como personas en principio muertas o heridas se convertían en infectados, que deambulaban por la orilla buscando otras victimas, afortunadamente no eran capaces de nadar y los que intentaban llegar a nosotros eran rechazados por las olas o chapoteaban descontroladamente.

Al final la sirena de varios coches de policía, se escucho acercándose a la playa,  saltamos de alegría y yo me abrace a Sacha sintiendo el calor de su cuerpo de nuevo contra mi pecho durante unos segundos.  Varios agentes se bajaron de los coches armados de pistolas y escopetas.   Sin mediar palabra empezaron a disparar contra todos los infectados que un momento antes deambulaban por la playa y ahora se acercaban peligrosamente a ellos.    Al principio pensé que seria una masacre de infectados, pero cuando vi que los tiros a bocajarro apenas servían para retrasarlos unos pocos segundos, me di cuenta que la cosa estaba jodida.  Al final alcanzaron a un par de agentes y los demás impotentes contra los infectados subieron a sus coches y asustados escaparon.

En el agua de momento estábamos seguros, pero estaba claro que la policía no podía frenarlos y la unidad mas cercana del ejército estaba en la frontera con Georgia, no podíamos contar con ellos, mientras una sucesión de explosiones y llamaradas empezaron a escucharse y verse por toda la ciudad.  Estaba claro que la situación estaba descontrolada y nadie vendría a recatarnos a nosotros cinco de la playa.

Todos me miraron preocupados, esperando que se me ocurriera como sacarlos de allí, la playa y el paseo marítimo se llenaban de infectados por instantes y el frío y el hambre no tardarían en llegar.

-         Un patín ¡¡¡ - grite
-         ¿Cómo que un patín, explícate Ivan? – me dijo Gari.
-         Vamos a la orilla a por un patin y nos vamos pedaleando hasta la frontera con Georgia, allí esta el ejercito y estaremos a salvo.
-         Pero son mas de 40 kilómetros – replico Sasha preocupada.
-         Son 35 hasta la desembocadura del río Psou y será mas fácil encontrar ayuda moviéndonos, que parados aquí – les explique.
-         Iván tiene razón, adelante – dijo Gari

El plan era simple, Gari los distraería, corriendo por la orilla, tratando de  alejarlos de los patines que estaban varados dos o tres metros en el interior de la playa, mientras Sasha y yo alcanzaríamos el patín. Lo empujaríamos juntos al agua y los dos pedalearíamos lo mas rápido posible.   Un plan sencillo que se torció cuando Sacha decidió sobre la marcha que los niños necesitarían toallas para el frío y comida para el hambre.    Aprovechando que yo empujaba el patín al agua, ella se puso a buscar entre los enseres abandonados en la arena.  Los infectados la rodeaban y cada vez estaban más cerca, pero ella seguía buscando sin miedo.  Abandone el patín flotando en la orilla y corrí a rescatarla.  Con una sombrilla a modo de bate de béisbol fui sacudiendo a los infectados una y otra vez hasta que Sasha encontró todo lo que necesitaba y pudimos subir en el patín.    Un último infectado intento subir a bordo y una patada giratoria impacto en su cabeza devolviéndolo a la orilla. 

A la vez Gari esquivaba a los infectados como si fuera un quáter back de rugby en vez de un jugador de ajedrez.  Cuando Gari dejo la arena y se introdujo en el agua soltó un grito de dolor, un infectado que no vio bajo el agua lo había enganchado, forcejeo unos segundos y por fin escapo.  Yo me temía que le hubieran mordido e infectado.  Llego braceando hasta nosotros y al llegar al patín comprobé con alivio que no tenia mordiscos ni arañazos, subimos a los niños y pedaleamos dirección a Georgia, de momento estábamos vivos y salvos.

martes, 30 de abril de 2013

EL PELUCO DE SCHWEINSTEIGER

-    ¡Vaya peluco wapo! – dijo Boris mirando fijamente el bonito reloj que lucía Martos– Si es un Omega auténtico, te lo cambio por una lata de sardinas. – continuo mirando el reloj a la par que sacaba una lata de sardinas de un bolsillo.
-    Olvídate del reloj, es un regalo de Schweinsteiger, a ti que te gusta el futbol, ¿seguro que sabes quien es? – Le rechazo la oferta Martos.
-    Que no se quien es, je je y si te digo que yo me he follado a Sarah su mujer ¿que dices? – dijo con semblante serio Boris, ante la atónita mirada de su amigo.
-    ¿ A Sarah Brandner? ¡Ya me lo estas contando! – grito Martos entusiasmado y acomodándose en el viejo sofá.
-     A Sarah Brandner y a Lena Gercke, la de Khedira -  recordó pensativo, acomodándose en el otro viejo sofá.

Eran los primeros días de la epidemia, todo el mundo iba de aquí para allá, buscando refugio.  Yo estaba en la Autobahn, conduciendo  sin tener muy claro cual era mi destino.   Me estaba quedando sin gasolina e iba a parar en la siguiente estación de servicio.  Me encontraba a unos cientos de metros de la gasolinera cuando vi como los infectados atacaban a todo el que paraba en ella.  Eso provoco que la gente huyera aterrorizada atravesando la autopista.     Un gran camión de mercancías, que circulaba delante de mi, intento esquivar a la gente y perdió el control, volcando en mitad de la autopista y bloqueando todos los carriles.

En décimas de segundo me encontré con el camino bloqueado y una gasolinera petada de podridos, dando buena cuenta de todos los desdichados que atrapaban.  Los coches continuaban llegando, amontonándose en una trampa mortal, donde los que habíamos llegado primero quedamos atrapados.

Por unos segundos, pensé en cerrar los seguros e intentar aguantar oculto dentro del coche a que llegara ayuda,  pero un vistazo al coche de mi derecha donde una mujer gordita y sus hijos cerraban los seguros y se abrazaban, me trajo a la mente la imagen de un montón de comida enlatada.  Nosotros éramos la comida y la lata tarde o temprano se abriría para banquete de los podridos.

Salí del coche y mire a mi alrededor, los podridos estaban muy cerca.  El pánico se apodero de mi y corrí hacia el bosque.   Junto a mi un grupo de personas había tomado la misma decisión y se habían introducido en la selva negra.   Conforme corríamos, muchos tropezaban o paraban por el cansancio, dejando el grupo cada vez mas reducido.

No nos sentimos seguros hasta que no atravesamos aquel río.  Sabíamos que el río era un muro que los infectados no podrían atravesar.   En ese momento éramos cinco los que quedábamos.   Y para mi sorpresa, los conocía muy bien, había visto muchas veces sus caras en televisión, ellos eran dos futbolistas famosos, Samy Khedira y Bastian Schweinsteiger y ellas eran sus mujeres, Sarah y Lena.  Dos rubias mas altas que yo, ambas modelos e impresionantes.   Nos presentamos y decidimos seguir avanzando, no podíamos retroceder, ni esperar ayuda de nadie.  

Pasamos largo rato caminando, sin rumbo, perdidos en la inmensidad e la selva negra.  Cuando el cansancio y el desanimo empezaba a manifestarse un pequeño sendero nos devolvió la esperanza.    Seguimos el sendero hasta que llegamos a una pequeña cabaña.  Era un refugio de guardabosques, estaba cerrada con un candado que reventamos a pedradas.    En su interior solo había una cama y una pequeña mesa de maderas, con un par de sillas.   Tenía un chimenea y abundante leña preparada.    Discutimos sobre el riesgo de encender la chimenea, pero era tanto el frío que teníamos,  que decidimos arriesgarnos y encender el fuego.  

En menos que canta un gallo estábamos todos dormidos, a pesar de no haber comido en horas y del peligro que suponía dormirse sin dejar a nadie de guardia y además con el fuego encendido.    El cansancio y la tensión pudieron con nosotros, esa noche ellas se acostaron en la cama y nosotros en el suelo pegados a la puerta.

La mañana siguiente decidimos que lo mas sensato, era permanecer en la cabaña unos días, al menos hasta que todo volviera a la normalidad.  Nos repartimos tareas, las chicas buscarían leña y se ocuparían de la cabaña, los chicos nos ocuparíamos de explorar la zona y de intentar encontrar algo para comer.   Lo que pasa es que ellos dos eran urbanitas muy torpes y el único que pudo pescar algo en el río y cazar unos animales, fui yo.

Esa noche comimos y reímos,  luego nos acostamos y cuando creyeron que yo ya estaba dormido,  las chicas se desnudaron dejándome ver en la penumbra sus esculturales cuerpos,  sus perfectos y redondos pechos, sus respingones culos desnudos.  Luego se entregaron a sus maridos, follando los cuatro a pocos metros de mi, ignorando mi presencia, quizás incluso les pusiera que yo estuviera allí mirando y pelándomela.

La mañana siguiente los cuatro reían y me vacilaban,  yo aguantaba sus bromas e intentaba pensar en otra cosa.   De repente un fuerte golpe en una de las paredes, nos dejo a todos mudos, algo estaba golpeando el exterior de la cabaña.   Los golpes se fueron acercando hasta la puerta, todos permanecíamos inmóviles intentando no hacer ningún ruido que delatara nuestra presencia.   Hasta que un golpe seco abrió la puerta de la cabaña y vimos que era lo que nos temíamos.  Allí bajo el marco de la puerta un hombre de mediana edad, vestido de verde, seguramente un cazador, con la piel gris y los ojos negros, soltaba un gruñido de furia y satisfacción al vernos.   Los cuatro reaccionaron corriendo y abrazándose atemorizados en un rincón de la cabaña.   Yo sin embargo, cogiendo un tronco y golpeando la cabeza del podrido, una y otra vez hasta que cayo inerte en mitad de la cabaña con el cráneo destrozado.

A partir de ese momento decidí que algo tenía que cambiar.  No podía ser que yo fuera el macho alfa, el único capaz de suministrarles comida y de defenderlos y sin embargo me tuviera que matar a pajas, viendo como esos dos "primaveras" se follaban a los pivones.

Salí a por alimento solo, ellos cuatro no querían separarse.  Cuando volví poco después, con unos pocos peces les dije claramente que yo ya no pescaría ni cazaría para ellos.  Los alimentos escaseaban y lo que consiguiera seria para mí.   Esto les sentó muy mal, Samy y Bastian me presionaron primero, luego me insultaron y al final decidieron ir ellos mismos a pescar y cazar.  Yo me quede en la cabaña con Lena y con Sarah las cuales me ignoraron e incluso me amenazaron con echarme de la cabaña.   Cuando sus maridos volvieron con las manos vacías, su actitud cambio, pasaron del desprecio al peloteo, se habían dado cuenta de que me necesitaban.

Las mañana siguiente como siempre, madrugue para ir de caza.  Ese día todos estaban despiertos, querían acompañarme, no los deje, nos fuimos por separado, ellas nos despidieron a los tres con besos, incluido a mi, a pesar de los insultos del día anterior.  Su cambio de aptitud no me hizo variar un ápice.  Recorrí las trampas que había colocado y regrese a la cabaña con un par de ardillas.   Los cuatro estaban allí esperándome, ellos no habían traído nada,  y cuando por segundo día consecutivo les negué la comida,  dejando solo que comieran los restos de la mía, las chicas se pusieron a llorar y ellos prometieron obedecerme si los enseñaba a pescar y cazar.

A partir de ese día, las chicas empezaron a coquetear conmigo, estaban utilizando el arma que no les fallaba nunca para conseguir lo que quisieran, su cara y su cuerpo.   En ese momento podía habérmelas follado, pero quedaría a su merced y no era eso lo que quería,  aun no era el momento.   Los entregue algo de comida y les deje muy claro, que a partir de ahora el que mandaba en la cabaña era yo, si querían comer y sobrevivir todos obedecerían mis ordenes, sin discutir.   Aquella noche yo dormí en la cama y ellos cuatro en el suelo.   Y si hubiera invitado a cualquiera de las dos a acompañarme, casi seguro hubiera venido y me la habría follado delante de su marido, aun no era el momento.

Al día siguiente, yo estaba eufórico,  me sentía superior y decidí enseñar a  Samy y Bastian que vinieron conmigo.  Para reafirmarme les dije que íbamos a cruzar el río y exploraríamos la zona de la autopista y la gasolinera.   Vi el miedo en sus caras y les ordene que esperaran pescando a que volviera.    Avance cautelosamente por el bosque, en el trayecto hasta la Autobahn vi varios podridos deambulando que por suerte no me vieron a mí.

Cuando por fin llegue hasta la gasolinera, estaba desierta, allí ya no quedaba nadie vivo, solo podridos.  Muchos podridos paseaban desorientados, otros estaban desmembrados y apenas podían moverse, también observe algunos en el interior de los coches, seguramente no podían o no sabían salir del interior.  De todas formas no iba a arriesgarme.  Explore la gasolinera, estaba todo volcado, las estanterías tiradas y mucha sangre por todas partes.  Recogí una botellas de J&B del suelo y unas latas de conservas y salí tan rápido y silenciosamente como pude.

Al llegar al río les informe de cómo estaba la autopista y les mostré lo que había conseguido.   Volvimos a la cabaña y abrimos la botella de whisky y las conservas.  Los cinco bebimos y comimos, luego Samy y Bastian hablaron entre ellos y salieron de la cabaña, querían ir a la gasolinera a por mas comida y bebida.  Yo trate de impedirlo, pero las chicas semidesnudas, me pidieron que dejara a sus maridos que se marcharan, no tuvieron que pedírmelo dos veces.

En cuanto sus maridos salieron por la puerta las chicas se tiraron encima de mí, besándome y acariciándome como expertas meretrices.  Las pedí que se desnudaran y ellas entre besos  y caricias se fueron quitando la ropa.   Lo había conseguido,  las dos rubias estaban totalmente desnudas ante mí, a menos de un metro de distancia.  Las dos eran altas, con larga melena de  pelo rubio, suelto como leonas,  Lena tenía una cara mas bonita que la de su amiga, con los rasgos mas perfectos,  pero la cara de zorra de Sarah me daba mas morbo.  Su piel era muy blanca y ambas presentaban unas espectaculares tetas, grandes, con los pezones claros.   El pubis de Lena era rubio y el de Sarah oscuro, llevaban unos días sin depilárselos y aun así eran perfectos.    Me tumbe en la cama y ellas  me quitaron la ropa a tirones, parecían dos fieras.  A partir de ahí empezó el sexo duro, Lena y Sarah fueron perforadas por todos sus orificios, mi semen regó su cuerpo y sus caras durante varias horas, fueron apoteósicos polvos, pasando por todas las posturas posibles y algunas casi imposibles.   Cuando ya no pude  más, siguieron ellas dos montándose un lesbico antológico.    Yo tenia agujetas hasta en la polla, palabra.

Cuando por fin los tres quedamos rendidos de cansancio, advertimos que habían pasado varias horas y sus maridos no habían regresado, eso no era normal.   Las chicas se empezaron a poner nerviosas conforme llego la noche y sus maridos no aparecían.  Yo intente convencerlas de que no tenían que preocuparse, aunque los hubiera pasado algo, no los necesitaban para nada, yo me ocuparía de ellas, "en todos los aspectos".   No las convencí, ellas seguían queriendo a sus maridos y a mi solo me follaban por el interés.

Cuando salí de la cabaña las eche una ultima mirada, algo me decía que no volvería a verlas y tome una fotografía metal,  juntas como dos ángeles rubios me apremiaban con la mirada mientras yo disfrutaba de la visión de esas caras de ángel y esos cuerpos de diablesas.

Cuando llegue a la gasolinera ya estaba bien entrada la noche, apenas se veía nada, pero los aullidos de los podridos eran un reclamo fácil de localizar.    Había un gran grupo entorno a la gasolinera, gritando, con los brazos y la cabeza apuntando al cielo como si rogaron a un dios.   Me acerque un poco mas y comprendí su postura. Samy y Bastian estaban el techo de la gasolinera atrapados.   A sus pies una treintena de podridos los rodeaba.  Afortunadamente estaban sentados tranquilamente, el pánico no se había apoderado de ellos y no intentarían ninguna tontería.

Como sabia que los podridos no me iban a molestar, aproveche para registrar los coches que habían quedado abandonados en la Autobahn.    La gente abandono sus pertenencias apresuradamente y el suelo estaba sembrado de ropa, joyas, juguetes, etc. Nada que fuera útil dadas las actuales circunstancias.   Así continúe buscando por los coches, uno a uno hasta que ¡¡Bingo!!  El coche de un cazador, con un rifle Mauser de cerrojo guardado en una funda metálica,  una caja con un visor de mira telescópica Swarosky y montones de cajas de munición de 270. 

Busque una buena posición en un árbol y espere a que amaneciera.  Cuando la visibilidad me lo permitió,  cargue la primera bala, apunte a la cabeza de uno de los podridos y dispare.   El tiro se desvío un poco arriba a la derecha.    Corregí la desviación en la mira y repetí el disparo, al instante la cabeza del podrido reventó como una sandía.   Samy y Bastian miraban atónitos, sin saber ni de quien, ni de donde procedían los disparos.   Seguí disparando, con paciencia, como si estuviera en una feria disparando al pato, uno a uno fueron cayendo los podridos.      Cuando tan solo quedaba media docena.   Por mi mente pasaron ideas extrañas, tenia sentimientos cruzados, quería dispararlos a ellos y quedarme con sus mujeres,  que fueran mías para siempre.     Otro disparo, quedaban pocos, tenia que decidir rápido, en breve no quedarían podridos que los retuviesen.   Levante el rifle un poco, allí en el visor estaba la cabeza de Samy, la veía claramente, solo tenia que presionar un poco el gatillo y se acabo.

Bang ¡¡¡  Sonó el disparo y la bala salió hacia la cabeza de Samy, la bala le rozo la frente.   Los dos se miraron y saltaron del tejado por un lado vacío de podridos.   Corrieron hacia el bosque perseguidos por el puñado que aun quedaba en pie.   Volví a levantar el rifle, apunte y Bang.     Ese podrido nos los alcanzaría nunca, dispare tres veces más, hasta que los perdí de vista en la espesura del bosque.

La decisión estaba tomada, yo no volvería a la cabaña con los cuatro.  Ellos seguirían su camino y yo el mío.   Llene un 4x4 de gasolina, lo cargué con todo lo que pensé que podía serme útil y me marche que la imagen mental de Sarah y Lena.

-    Por cierto que el reloj de Bastian Schweinsteiger era un Breitling, no un Omega.  No se de donde has sacado ese reloj, pero te aseguro que no era el suyo – dijo Boris volviendo a guardar la lata de sardinas en el bolsillo.
-    He dicho Schweinsteiger, quería decir Rummenigge. Venga vale, media lata de sardinas, je je – Rió Martos, mientras perseguía a Boris con el reloj en la mano.

martes, 23 de abril de 2013

EL CUMPLEAÑOS DE ALEJO


-        ¿Qué te pasa Iván, se te nota jodido? – pregunto Martos.
-        No pasa nada, es que hoy es 25 de Enero, es el cumpleaños de mi hijo – conteste sin poder evitar que me vinieran a la mente recuerdos del ultimo cumpleaños.

Mi hijo cumplía 10 años,  como es enero y la meteorología  te permite pocos planes de cumpleaños.  Ese año decidimos celebrarlo en el palacete de Micaela, mi tía querida.  Tenia un gran jardín apropiado si hacia buen tiempo y un amplio salón por si teníamos que estar en el interior.   Los invitados eran compañeros de colegio de Alejo, vecinos y familiares, todos de su edad y la idea era organizar juegos en el jardín con la ayuda de la tia Micaela y la de Catalina una profesora de Alejo, simpatica y predispuesta a ayudar, ademas pensé en contratar a unos payasos para que entretuvieran a los chicos.

En ese momento la enfermedad era solo un rumor y a pesar de ser el tema de conversación de todo el mundo y ser el tema estrella de los telediarios y los canales de televisión, allí aun no habíamos visto a ningún infectado.  Por lo que no nos preocupaba en exceso.

A lo largo de la mañana los chicos fueron llegando, sus padres los dejaban en la puerta y se despedían hasta la tarde,  que debían pasar a recogerlos.   La cosa empezó mal, los niños estaban todos en casa y los tres payasos contratados no aparecían.    Cuando aparecieron me contaron una película de un loco que los había atacado.  Al parecer  hubo un accidente provocado por un camión y ellos pararon a auxiliar a los heridos pues el accidente había sido mortal.  La sorpresa fue que no solo el conductor del camión no había muerto, sino que además salía furioso del camión y atacaba a todo el mundo.   Ellos intentaron ayudarlo y recibieron varios mordiscos y arañazos.  Al final llego la policía y entre varios agentes lo sometieron y se lo llevaron detenido.

Debía de ser verdad porque llevaban parte de la ropa rasgada y con manchas de sangre.  También me enseñaron los arañazos y mordiscos, ante lo cual les dije que si querían ir al hospital y cancelar, por mi no había problema.   Ellos se negaron porque necesitaban el dinero y porque sabían que los niños les estaban esperando.  Tan solo pidieron que los dejáramos una habitación y algunas medicinas para asearse y prepararse, a lo que accedimos sin mas.

Todo trascurría con normalidad, gritos, lloros, peleas, vamos lo de todos los años.  Hasta que el payaso rojo le pidió permiso a tía Micaela para subir a echarse a una de las habitaciones pues se encontraba mal.   A pesar de ofrecerme a llevarle al medico, ya que tenia que ir a buscar mas hielo y me pillaba de camino, rechazo mi oferta, solo quería echarse un rato a descansar y luego seguiría trabajando con sus compañeros azul y verde que no es que tuvieran mucha mejor pinta.

Yo cogí el coche y me marche a la gasolinera en busca de un par de bolsas de hielo.  En la gasolinera me encontré a Rebeca, la madre de uno de los niños del cumpleaños.     Una mujer muy guapa, pelirroja con el pelo a media melena, con un cuerpo espectacular y unas enormes tetas operadas que nos volvía locos a todos los padres del colegio, a mí siempre me había atraído y me provocaba un morbo bestial.    Me pidió que la acercara a casa, se le había hecho tarde y no la gustaba andar sola por la calle cuando empezaba a anochecer.   Yo obviamente accedí encantado.

De camino a casa de Rebeca sonó mi móvil,  conecte el manos libres y la tía Micaela me dijo que estaba muy preocupada,  había subido a ver al payaso y tenia muy mala pinta, estaba mas enfermo de lo que pensábamos, los otros dos tampoco estaban mejor.  La dije que en cuanto volviera a casa los llevaría al hospital, aunque fuera a la fuerza.   Entre tanto Rebeca se había quitado el abrigo y quedaba con una camiseta que la marcaba todas las tetas, yo intentaba concentrarme en conducir sin mirárselas y ella empezó a contarme sus problemas conyugales, su marido era un vendedor de seguros y todos sabíamos que era un putero, luego me preguntó por mi situación sentimental y me dije date que esta quiere tema.

Quizá era un poco precipitado, pero me la quería follar  y tenía prisa por volver al cumpleaños así que paré el coche  en un descampado solitario y sin cruzar mas palabras me lance sobre sus empitonadas tetas.  Nos besamos, me desabrocho el pantalón y desde su asiento empezó a chupármela hasta que me corrí dentro de su boca.   Luego se quito el pantalón que llevaba y se subió sobre mí, quedando ambos encajados en el asiento del conductor.     Ella me besaba el cuello y yo hacia lo propio con las tetas, eran tan duras y redondas como imaginaba, en unos segundos consiguió que volviera a tener una erección de caballo, lo noto y se la introduzco entera, yo note como iba penetrando su estrecho chochito y quedaba encajada, luego poco a poco producto de los jugos que segregaba empezó a moverse arriba y abajo ayudada por mis manos que la sujetaba y empujaban desde el culo.

El manos libres volvió a sonar le pedí a Rebeca que guardara silencio un momento y contesté.

-        estoy llegandoooo...tiaaa! -  La dije sin dejarla hablar, pensando que sus llamadas eran preocupada por mi tardanzay no queriendo mentirla.
-        ¡!!!El payaso se ha vuelto loco ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ - Grito desesperada.
-        Que dices te escucho fatal – conteste intentando subir el volumen del manos libres através de Rebeca.
-        ¡¡¡Esta atacando a los niños……..  -   Escuche antes de que se cortara y solo quedara el tono del teléfono comunicando.

La di el teléfono a Rebeca para que llamara a casa,  yo arranque el coche y como si me fuera la vida en ello puse la directa a casa, sorteando todos los coches y las personas que se me cruzaban en el camino.

Cuando llegue al palacete los niños salían corriendo de la casa, todo el mundo corría y gritaba.  La cara de terror y el pánico que desprendían reflejaba un suceso horrible, ¿que debía haber pasado en el interior?.  Vi a Catalina en la puerta de casa y la pregunte por Alejo y por la tia Micaela, se encogio de hombros sin saber que contestarme.  

Le dije a Rebeca que llamara a la policía y que se quedara con Catalina.   Yo cogí la Makarov que llevaba en la guantera y entre en el palacete tan rápido como pude.   Anduve hacia la sala principal de la casa y allí en mitad del salón el payaso azul, estaba sobre un crío hurgando dentro de sus intestinos.   Corrí hacia el y salte impactando con mi bota en su pecho.  Busque el pulso al chico, no lo encontré, era Miguel uno de los mejores amigos de mi hijo, estaba muerto y destripado.

El payaso se levanto y se iba a abalanzar sobre mi, le vacíe el cargador entero en el pecho, ocho impacto a menos de dos metros.   El payaso se levanto de nuevo, impertérrito ante los disparos, ni siquiera le salía sangre, solo unas manchas negras que desprendían un olor desagradable eran la única prueba de los impactos.   Sin pensar ni el como ni el por que, le propine varios puñetazos y patadas que hubieran roto varios huesos a una persona normal y sin embargo el payaso azul seguía en pie.

No sabia que hacer, como acabar con el, ¿seria inmortal?, entonces un grito me saco de mis pensamientos, eran los gritos de auxilio de un crío, en el piso de arriba.   Olvide al payaso azul y subí las escaleras de tres en tres, el payaso intento seguirme pero no pudo, era bastante torpe.    Así que renuncio a perseguirme se giro  y volvió a cebarse con Miguel, como si nada mas existiera para el, sin que los disparos o los golpes hubieran modificado su conducta de autómata lo mas mínimo.

En el piso superior encontré a un segundo payaso que golpeaba frenético una puerta, por unas tablas rotas en la puerta se escuchaban los gritos de los niños que estaban refugiados en el interior de una habitación.    Tenía que hacer algo o los niños estaban perdidos, el payaso verde no tardaría en romper el resto de las tablas y atravesar la puerta.   Mire a mi alrededor y vi el viejo sable de militar del abuelo, colgado en su tarima junto a su cuadro.   Desenvaine el sable y corrí hacia el payaso verde, cuando advirtió mi presencia se giro y me miro con cara de odio,  no le dio tiempo a mas, el sable voló y cerceno su cabeza que cayo rodando por el pasillo.   El cuerpo aguanto unos segundos en pie y luego se derrumbo, sentí una sensación de alivio al comprobar que los infectados no eran invulnerables, la cabeza era su punto débil.    

Tras la puerta había un grupo de compañeros de clase de mi hijo, estaban todos bien y a pesar del miedo que habían pasado, reaccionaron rápidamente y me siguieron, pasando por encima del cuerpo del payaso verde que exhalaba un hedor a comida podrida inaguantable.         Me siguieron en fila india escaleras abajo, allí estaba el payaso azul,  seguía devorando a Miguel.  Intente pasar por detrás de el,  sin llamar su atención, pero el podrido de alguna forma sintió nuestra presencia y se levanto.   Levante la espada y les grite a los chicos que corrieran a la salida.    El payaso los persiguió y yo le perseguí a el, antes de que alcanzara a ninguno le solté un sablazo en la cabeza.   No acabo con el, había que cortarla, pero al menos llamó su atención, se olvido de los niños y se giro hacia mi.    A estas alturas tenia claro que tenia que hacer rodar su cabeza o no acabaría con el, deje que se acercara, llevaba los bazos levantados lo que dificultaba el golpe en el cuello así que le asesté un par de golpes en los brazos y cayeron al suelo.   Ahora sin brazos que estorbaran tenia su cuello franco,  lance un golpe y el payaso azul también perdió la cabeza, ya solo quedaba el payaso rojo.

Me dirigí hacia el jardín,  encontré a la tía Micaela sentada en su columpio, balanceándose de espaldas, parecía que estaba bien,  me acerque a ella mientras la preguntaba por el payaso rojo y por Alejo.  Ella no me contestaba, no se giraba, solo se balanceaba, a un metro de ella me llego a la nariz el hedor nauseabundo que exhalaban los infectados.   Gire a su alrededor, aquello ya no era mi querida tía Micaela, era un ser despreciable que devoraba los restos de su propio caniche.    Intente levantar el sable, pero los brazos me  pesaban mucho, intentaba convencerme de que en realidad estaba enferma y quizás hubiera cura, no quería hacerlo, no quería ser yo y menos de esa manera.     Baje el sable y me gire, buscaría a Alejo, era lo primero, luego veríamos que hacíamos con la tía.

Eche un rápido vistazo al jardín, a priori no había nada ni nadie, entonces recordé que el escondite de Alejo se encontraba en uno de los rincones del jardín, quizás estuviera allí.  Me disponía a correr hacia el lugar cuando una mano de mi tía agarró mi brazo.    Intente zafarme de su fuerza antinatural, al final en un golpe reflejo descargue el sable contra la mano y se separo del resto del cuerpo quedando colgada de mi brazo, manchando todo de la porquería negra.      Gire 360 º con la espada haciendo el molinillo y me lleve la cabeza de la tía Micaela, no quise mirar atrás y ver su cuerpo decapitado.

Avance rápido por el jardín, conforme avanzaba salían de la espesura niños que habían sido infectados,  no me paraba a mirarlos, seguramente los reconocería a todos.  Tan solo quería llegar a la cabaña donde Alejo jugaba a esconderse habitualmente, esa era su única oportunidad de sobrevivir en este jardín del infierno.

Cuando por fin llegue, encontré al payaso rojo moviendo y golpeando furioso el árbol, esa era la señal de que alguien se escondía en el refugio.

El payaso se giro y se encaro conmigo.  A mi espalda lentamente empezaban a llegar pequeños cabrones.

-        !!Papa¡¡¡ estamos aquí - Grito  Alejo desde la puerta del refugio.
-        No os mováis de ahí, pronto vendrán a rescatarnos -  respondí mucho mas tranquilo ahora que lo había encontrado.
Cargue con toda mi furia contra el payaso rojo introduciendo el sable por su boca y atravesando su cráneo, quedó clavado  como un monigote en la corteza moviendo manos y pies, luego trepe por  el árbol y abrace a Alejo.   En unos minutos todo se había llenado de policías y militares que se llevaban al payaso rojo y a los niños infectados a una instalación especial, nos advirtieron que si contábamos algo acabaríamos en prisión.  Muchos padres me preguntaban, no sabían si su hijo estaba muerto, infectado o “protegido”, y nunca lo supieron.
Los días siguientes las noticias hablaron de unos payasos psicópatas que habían atacado a un grupo de niños en un cumpleaños, solo sabíamos la verdad Catalina, Rebeca y yo. Y daba igual por que el fin del mundo estaba a punto de llegar.
-        Ese es el motivo por lo que el 25 de enero me resulta tan triste, me trae malos recuerdos – Le dije a Martos
Bueno pues eso se pasa cogiéndonos un buen ciego, juntos -  me contesto mientras quitaba el tapón a un brebaje destilado por el mismo.

lunes, 22 de abril de 2013

P. AYASO

Su nombre era Paco, su apellido Ayaso, esto le había hecho cargar con el mote de “Payaso” desde la infancia.     Su aspecto era delgado, frágil, la piel la tenia grisácea y el pelo casi blanco,  a pesar de que no llegaba a la veintena de años su aspecto era de mayor.  Posiblemente provocado por la extraña enfermedad que acarreaba desde su nacimiento.   Una extraña enfermedad de origen genético, de esas que los afectados se cuentan con los dedos de una mano y que nadie gasta un euro en investigar.

Todo esto había hecho de Payaso una persona marginal, sin apenas amigos, con un trabajo de baja calificación en el parque de atracciones de la ciudad, donde disfrazado de algún personaje de ficción paseaba, dejándose hacer fotos por esos turistas y niños que tanto odiaba.

En la tele estaban dando noticias sobre esa nueva epidemia que asolaba a el mundo.   Paco se alegraba, ya era hora de que la gente sufriera como el llevaba sufriendo tantos años.   No obstante no le interesaban las noticias, rara vez las veía.  Paco había encendido la tele para ver la grabación que tanto le excitaba.   Una y otra vez ponía aquella grabación robada a su compañera.   Elisa, una guapa chica que trabajaba en el parque y que posiblemente, ni tan siquiera había advertido la existencia de Payaso.  El la había grabado a escondidas cuando ella se cambiaba de ropa.  Desde entonces se masturbaba obsesionado con ella, continuamente.

Cuando sonó el teléfono se quedo unos segundos pensantivo, quien seria, a él nunca le llamaba nadie, luego vio el display y reconoció el numero, era el de su jefa, una mujer cincuentona, pero legante y bien cuidada.  El la odiaba, creía que ella le tenia manía y siempre le ponía en los peores sitios, pensaba que también le ignoraba y ninguneaba constantemente, mas de una vez payaso había jurado que llegaría el día que se vengaría.

-        ¿Si? – Contesto Payaso, asustado, no podía ser nada bueno si la jefa le llamaba y él, necesitaba el trabajo.
-        Paco, soy Elena, necesito que me confirme que hoy vendrá a trabajar, e informarle que hoy tendrá que doblar turno –
-        Si, claro, iré, ¿Me lo daréis en días libres o me pagáis las horas extras? – Pregunto Payaso.
-        Nada de eso, hay gente enferma y necesito rehacer el cuadrante, tu  quédate doble turno y conservaras tu trabajo – Sin decir mas colgó el teléfono.

Aquel ida no fue normal, la llamada de su jefa no era normal, el trayecto en tren no fue normal y por supuesto ese día de trabajo no iba a ser normal.

En los vestuarios estaban algunos de sus compañeros juntos tomando café, seguramente hablando como todo el mundo, de la maldita epidemia.  Allí entre ellos se encontraba Elisa, hizo intención de acercarse a ella, luego pensó lo que había pasado otras veces anteriores, como lo habían hecho el vacío y los ignoro, siguiendo su camino.   Se acerco al tablón y vio que como de costumbre lo habían colocado de Payaso, lo que empezó siendo un broma por su nombre, se había convertido en una costumbre, seguramente a la hija de puta de la jefa le hacia gracia y casi siempre le tocaba a el disfrazarse de payaso.  

Se puso el traje arco iris, los zapatos gigantes, se pinto la cara de blanco, con estrellas negras en los ojos, su brillante nariz roja y su peluca amarilla, luego cogió los globos y la bombona de aire y salió al parque en busca de niños..

No había casi nadie, no había niños corriendo ni padres haciendo fotos.  Ni siquiera nosotros, habíamos venido la cuarta parte de la plantilla y aun así sobrábamos la mitad.  Muchos de los puestos y locales ni siquiera habían abierto.  Y los pocos que abrieron, estaban vacíos, todo el mundo se agrupaba entorno a los televisores para conocer las ultimas noticias de la plaga.

A partir del mediodía empezó a llegar gente andando.  No se los podía considerar clientes, era gente que intentando abandonar la ciudad se habían quedado bloqueados en la autopista a la altura del parque,  llegaban andando al parque, en busca de comida, bebida o cualquier otra cosa y luego volvían a sus coches.

A media tarde, el parque tenia tanta gente como en un día normal, la gente que antes volvía a su vehículo, ahora se quedaba en el parque esperando.  Había grandes colas que no eran para las atracciones, si no en las tiendas de agua o alimentos.  La hija de puta de mi jefa me puso en un kiosco a vender palomitas.

Poco antes de la hora de cerrar el parque, fue cuando llegaron los primeros infectados.  Primero los inmovilizaban e intentaban atenderlos en la enfermería, luego ante el aumento del numero, intentaron encerrarlos en la casa del terror, hasta que llegara la policía o la ambulancia, después empezó a aplicarse la solución final.

Cuando oscureció, aquello se convirtió en una batalla campal.  Las mujeres y los niños se refugiaron en el auditorio, mientras los hombres luchaban contra los infectados que aparecían de todas partes. Todo el mundo peleaba, palos de golf, bates de béisbol o cualquier otro variopinto objeto servia para combatir.  Fueres donde fueres, encontrabas gente que gritaba asustada o peleaba hasta desfallecer.   En un momento determinado vi a un tipo negro, enorme, con un madero también enorme, soltando mandobles a diestro y siniestro, me acerque a el, buscando su protección y el cabrón me dio un golpe en la cabeza que me dejo inconsciente.

Cuando desperté me llamo la atención el silencio, ya nadie luchaba, ni gritaba.  Sin embargo había mucha gente a mi alrededor, ahí estaba el negro cabrón que me había tumbado.  Me acerque a el para pedirle explicaciones y me quede atónito, tenia los ojos en blanco y sangre por todas partes, estaba infectado.  Corrí asustado pidiendo ayuda al resto de las personas que por allí pululaban y poco a poco pude comprobar que todos estaban infectados, solo quedaba yo.   Sin embargo, no me atacaban, me ignoraban luego yo también debía estar infectado.    Busque por mi cuerpo alguna herida o mordisco, pero salvo el chichón en la cabeza, no encontré nada.

Quizás mi enfermedad, los síntomas eran muy parecidos a los de los infectados, ¿puede ser que esa lacra que había maldecido toda mi vida, ahora me salvara de una muerte segura?.   Los infectados se pusieron en movimiento y caminé entre ellos como uno mas, sin temor.  

Se dirigían a la noria, a sus pies un grupo numeroso de infectados alzaba sus manos hacia el cielo.   Mire hacia arriba y vi lo que buscaban.  Algunas personas había escalado la noria y se refugiaban en las cabinas mas altas, fuera del alcance de los infectados que gruñían impotentes.   Me acerque a la cabina de control y apreté el botón de arranque, automáticamente la noria se puso a girar y las personas subidas en ella a gritar, los infectados entraron en una actividad frenética, en pocos segundos empezaría la carnicería.

Poco a poco las cabinas fueron bajando y las personas que había en ellas cayeron en manos de los infectados, algunos intentaban zafarse sin conseguirlo, otros se resistían con las manos, pero al final todos tenían el mismo fin.  Había sido una pequeña travesura, que me había reconfortado, por primera vez en mi vida me sentía libre y poderoso.

Luego escuche un disparo, alguien disparaba a mis nuevos amigos, me parecía injusto que mis amigos lucharan con las manos y los dientes, contra las balas.   El origen era el auditorio, allí en el interior se defendían las mujeres y los niños.   Tenían la suerte de que solo una puerta estuviera abierta y como la habían atrancado, los infectados entraban de uno en uno, sin llegar a ser una amenaza,  mientras en el exterior cientos de infectados se agolpaban en las puertas gruñendo, sin poder acceder.

Tenia que hacer algo.  Fui a por la llave maestra que se guardaba en la oficina de seguridad y luego, me hice espacio entre los infectados para abrir las puertas.   En unos minutos todas las puertas estaban abiertas y todos mis amigos entraban al asalto al auditorio.  Una niña de unos diez años estaba a punto de escapar, pero la llamé y cuando se acerco a mi, la pude agarrar hasta que llegaron mis compañeros.  Era como ver una película de terror, la gente gritaba intentando salvar a sus hijos para acabar inexorablemente en las garras de la muerte.

Continúe explorando el parque, buscando nuevas víctimas, y encontré  otro grupo de infectados que intentaban entrar al edificio de administración, seguro que allí se refugiaba alguien.    Escalé un árbol y me colé por una ventana del primer piso.  Todo parecía vacío, estaba oscuro y silencioso.   Era posible que después de todo el instinto de los infectados fallara.

Como ya estaba dentro, decidí explorarlo entero,  ¡¡bingo!!.  Allí escondida en su despacho de la segunda planta estaba Elena, mi odiada jefa, un escalofrío de felicidad me recorrió el cuerpo no me podía creer mi buena estrella.   Entré al despacho riendo, ella gateaba por el suelo asustada como un animalillo, sollozando.

-        Ahora no pareces tal altiva y presuntuosa como esta mañana – la dije
-        ¿Paco eres tu? Ayúdame. – me dijo entre lagrimas.
-        Ahora quieres ayuda hija de puta, siempre me has tratado como a una mierda, ¿y ahora pides ayuda?.  Haré lo mismo que haces tu conmigo “darme por culo todo el día” – la dije arrastrándola del pelo hasta la mesa del despacho.

Al principio intento resistirse, pero tras dos hostias se rindió, la quite la ropa y la até las manos con los pies.  Allí estaba desnuda en aquella posición ridícula, suplicando piedad.  No la tuve, pasé horas torturándola, haciéndola mucho daño.  Cuando me canse, abrí la puerta por si alguno de mis nuevos amigos quería comerse las sobras.

La nueva situación me gustaba, estaba tan solo como siempre, pero ahora hacia lo que se me antojaba.  Ahora yo mandaba en el parque.  Por primera vez en mi vida era feliz.   Lo único que me faltaba para ser completamente feliz era Elisa, mi guapa compañera.   Decidí buscarla, quizás también estuviera escondida y podría rescatarla para que se enamorara de mi.

Después de buscar por todo el parque, descarté que quedara alguien escondido, los infectados tenían un sentido especial para encontrar a la gente y no parecían alertados por la presencia de nadie.  Me iba a dar por vencido, cuando recordé que a Elisa le tocaba currar en el túnel del amor.   Corrí hacia la atracción y la busque dentro del túnel, allí di con ella.   Estaba sentada en un rincón, con los pechos al aire, despeinada y con la mirada vacia, moviendo una pierna donde destacaban algunos mordidos y arañazos.    La abracé con ternura y luego de la mano la lleve a una de las salas del túnel del amor, allí la quite el resto de su ropa, su piel estaba grisácea y fría, sus pechos duros me seguían imantando.   Empecé masturbándome, mirándola, frente a ella, pero luego no pude resistirlo y la tumbe para hacerle el amor.    No era como me había imaginado tantas veces viendo la grabación, pero me gustaba,

Con el tiempo Elisa y mis amigos fueron adelgazando.  Yo me di cuenta que como a una mascota, si no les das de comer, al final se muere.  Afortunadamente se me ocurrió una brillante idea y a partir de ese momento todas las noches encendía la noria o alguna otra atracción,  esperando algún incauto que la viera y se acercara a mi “honeypot”.  

lunes, 1 de abril de 2013

LAS BRUJAS DE LA NOCHE



Llevaba varias horas tumbada en el sofá, con mi chándal amarillo, con el pelo recogido por una coleta y pegada al televisor, alucinando con las imágenes que los diferentes canales ofrecían sobre ataques de infectados a la gente, incrédula por lo que veía, atónita ante la impotencia de las fuerzas de seguridad, disparando a gente a quemarropa, llegando incluso a dudar si lo que veía era una película o imágenes reales, en directo como anunciaban en todos los canales por los que zapeaba nerviosa.

Cuando sonó el timbre de la puerta, salté como un resorte, no esperaba a nadie, ¿Quién llamaba a su puerta?.  Recogió un Kunai de la vitrina y lo oculto bajo la manga, luego con precaución abrió la puerta.

-         Hola, me llamo Sai y soy tu vecina del tercero, de vez en cuando nos cruzamos en el ascensor – Se presento, era una chica rubia,  con una bonita cara y figura y aunque fingí no conocerla, sabia perfectamente quien era, ella y su compañera de piso eran la comidilla del edificio.   Al parecer eran estudiantes de enfermería que se pagaban los estudios con visitas nocturnas, prostituyéndose en una palabra.   Ambas eran jóvenes y deseables, con prominentes escotes y minifaldas, que destacaban sus esplendidos atributos físicos, con lo que se habian ganado el favor de los hombres y la envidia de las mujeres.
-         Si, se quien eres, ¿En que puedo ayudarte? - pregunté entre extrañada e intrigada por la inoportuna visita.
-         Bueno, no se si has visto las noticias……. sabes, el portero dijo que eres una especie de Bruce Lee, que eres cinturón negro de Karate y eso.....– dijo con un sonrisa de esas que hacen babear a los tíos y que a mi me pateo el estomago.
-         Soy 4º Dan de Judo, 6 grado de Kendo y olímpica, pero de karate no tengo ni puta idea – la conteste furiosa.
-         El caso es que Bet y yo, mi compañera, nos preguntábamos si podrías enseñarnos algo, ya sabes, una de esas patadas o puñetazos, por si aca uno de esos locos que salen en la tele nos intentara atacar, ya sabes. – me dijo señalando el aparato de televisión que seguía emitiendo imágenes de ataques.
-         Cómprate una pistola y pierdete.

Sin molestarme en despedirme la cerré la puerta en las narices y volví frente al televisor.  Daban imágenes de lo que parecía una batalla campal, en mitad de la plaza del San Pedro en el Vaticano, los militares disparaban en todas direcciones.  Luego enfocaron el balcón de San Pedro y me pareció ver como alguien con túnica blanca caía arrastrado al vacío, los católicos se acababan de quedarse sin Papa.

Ese fue el pistoletazo de salida, habia que espabilar, cogí una mochila y la llene de todo lo que se me ocurrió que podría ser útil: linterna, mechero, latas de conservas y sobre todo muchas armas.   Los bolsillos de la mochila iban llenos de suriken, kunais y kama.   La katana la llevaría a la espalda preparada.

El salir al descansillo del apartamento escuche gritos un par de plantas mas debajo de la mia.  Baje corriendo con la katana en ristre, los gritos provenían del interior de un apartamento.   Allí encontre a Sai, gritando como una posesa en una esquina de la habitación, en la otra esquina estaba su compañera intentando zafarse del conserje.   Iba a preguntar al conserje que coño hacia, cuando me di cuenta que tenia los síntomas que tantas veces habían descrito en la tele:  piel con tonalidades grises, perdida de la razón y ataques de rabia.   Me acerque y le propine una patada giratoria en la cabeza, soltó a la chica y retrocedió un par de pasos.  Me miro con los ojos en blanco y una mirada que ya no era humana, aquel ya no era el afable y tranquilo portero siempre dispuesto a ayudar.  Algo lo había convertido en un monstruo sediento de sangre.  Se abalanzó sobre mi, lo que me obligo a utilizar la katana por primera vez contra lo que yo creía que era una persona.   La cabeza rodó por el suelo de la habitación y yo me quede en estado de shock un buen rato.

Luego gire la cabeza buscando a la chicas, estaban abrazadas y llorando, la que había sido atacada mostraba profundas heridas en uno de los brazos y el hombro.  Sai corrió a por unas vendas y rápidamente empezó a aplicarle algo que parecía Betadine y a vendarselas, con una gran habilidad y profesionalidad, quizás la había prejuzgado, esta chica valía mucho mas de lo que las apariencias mostraban.

Después de una hora de infructuosos intentos de contactar con la policía o la ambulacia, decidimos salir las tres en mi coche en dirección al hospital, a pesar de no ser heridas de gravedad, Isabelle tenia fiebre y empezaba a encontrarse mal.  Apenas llevabamos unos pocos kilometros conducidos cuando nos topamos un control de policía que cerraba el paso a la autopista.  Bajé del coche para hablar con ellos, sorprendida no encontre a nadie, los coches estaban atravesados con las luces puestas, pero no había ningún agente, no había nadie.   Sai y Bet, se acercaron a continuación y las tres nos miramos confusas.   Me preguntaron que hacíamos y yo apunte con el dedo el coche patrulla.

-         Entrad, seguro que dentro hay armas y con la sirena sera mas fácil llegar -  Las dije con aparente seguridad, pero acojonada por dentro.
-         Pero es un coche de policía, ¿eso no es un delito? – pregunto Sai con mirada atonita.
-         No me jodas Sai, acabo de córtale la cabeza a mi portero, no me vengas con gilipolleces – la conteste enfadada.

En el interior del coche había porras y una escopeta, pero ningun cartucho, también había sangre, mucha sangre.  Un policía estaba muerto en el interior, tenia heridas y sangre por todo el cuerpo.   Lo dejamos en el asiento trasero, donde se deja a los detenidos y las tres nos sentamos juntas delante.  Yo acelere en dirección al hospital con la sirena y las luces puestas.

Al sonido de la sirena, mucha gente salía del interior de sus casas para pedir ayuda.  Tendrían que apañarselas solos, como estabamos haciendo nosotras.   De repente el policía que parecia muerto en la parte trasera del vehículo, empezó a moverse.

-         ¿No estaba muerto? – pregunte a Sai con los ojos como platos.
-         Si, lo comprobé – Contesto Sai sin explicarse lo que ocurría.

Frené el coche patrulla en seco y las grite que salieran, Sai ayudo a Bet a salir y desde el exterior del coche vimos como el policía se incorporaba.

-         ¿Esta usted bien?, ¿Necesita ayuda? – le pregunte sin obtener respuesta.
-         ¡¡Esta infectado, como el portero!! – me grito Sai.

Yo me negaba a matar a dos personas en la misma noche y el policía ya salía del coche, con las manos por delante y la misma mirada de loco que el conserje.   Fueron Sai y Bet las que empezaron a golpearlo con las porras que habían recogido en el interior del coche, pero su fuerza no era suficiente para frenarlo así que por segunda vez, utilice mi katana y la cabeza del policía rodó por la calzada.

-         Soltad las armas!! – Nos ordenó una voz a nuestra espalda.  Nos giramos y vimos a una pandilla de tipos con muy mala pinta, buitres, que aprovechaban el caos para saquear.  Nos estaban apuntando con armas de fuego.


-         ¿Qué queréis? Dejadnos tranquilas – les dijé amenazandolos con la katana.


-         Solo queremos ayudaros – dijo uno de ellos y los otros tres rieron, estaba claro que sus intenciones no eran buenas.  La impunidad de la situación, unido a las minifaldas y los escotes de mis compañeras eran una mezcla demasiado peligrosa.


-         Estamos infectadas – Les dije con la esperanza de que eso los desalentara.


-         ¿Qué estáis infectadas? Pues tranquilas que yo tengo la vacuna – dijo agarrándose el paquete.

Entre las risas de sus amigos agarró la blusa de Sai, rompiéndola de un tiron.   Sus tetas espléndidas quedaron al aire.  Jaleado por sus amigotes. el tipo continuo arrancando la poca ropa que le quedaba a Sai, la falda y las bragas cayeron rotas al suelo a tirones.  Nosotras mirábamos impotentes mientras sus compañeros vitoreaban y nos encañonaban en un rincón.    Cuando quedo totalmente desnuda e indefensa la agarro por el pelo y la obligo a arrodillarse frente a el, se saco la verga y se la introdujo en la boca hasta que desapareció.

En la tensión de la situación, ninguno de ellos se dio cuenta que atraídos por las luces del coche patrulla, un grupo de infectados estaban a pocos metros.  Cuando se enteraron, era demasiado tarde, los tenían encima y empezaron a dispararles precipitadamente.   Yo agarre del brazo a Bet y salimos corriendo hacia Sai.  Aprovechando la confusión, le clave mi kunai en la nuca al cerdo, los demás ni se dieron cuenta.

Corrimos lo mas rápido que pudimos, ya estábamos fuera de su vista cuando dejaron de oírse los disparos, no sabíamos como había terminado la refriega, pero tampoco teníamos interés en saberlo.   No paramos hasta llegar a un rascacielos que estaba allí solitario, a los pies de la autopista.

Golpeamos la puerta e hicimos aspavientos frente a la cámara de vigilancia, sabíamos que en esos lugares había gente vigilando toda la noche.  Poco después apareció una enorme chica de color, con el característico uniforme de vigilante de seguridad.

-         ¿Qué quieren? – pregunto sin llegar a abrir las puertas y con la mano puesta sobre su revolver, alucinada ante la escena. Bet enferma, Sai desnuda y yo con mi katana.


-         Nos han atacado, nos persiguen, por favor déjanos pasar – la suplique temiendo que mas infectados o saqueadores llegaran. 


La mujer dudó, estuvo unos segundos pensativa y luego abrió el cierre de seguridad para que pasáramos.
-         Pasad, aquí estaréis seguras – dijo y en su mirada advertí que estaba quebrantando las normas por nosotras.


-         Me llamo Holly, pertenezco al departamento de seguridad – se presento, era una chica alta y robusta, con el pelo recogido y una amplia sonrisa. 


 Nos llevo a la sala de monitores y le dejo un traje de látex negro a Sai que ninguna quisimos preguntar de donde había salido pero que la quedaba como un guante.

-         ¿Estas sola? – la pregunte extrañada de que no hubiera nadie mas allí.
-         Si, en realidad debíamos de ser tres, pero ninguno de mis compañeros a aparecido hoy, es imposible contactar con nadie – respondió resignada.
-         Me encuentro muy mal – interrumpió Bet pálida y con sudores.
-         Necesitamos antibióticos y ayuda urgente – dijo Sai visiblemente preocupada por su amiga.
-         En el piso 15 están los de LocalTV trabajando, quizás ellos tengan algo y si no puede que la lleven en su helicóptero al hospital, conozco al encargado, se llama Peter y es un tio majo. – dijo Holly señalando unos monitores en los que se veía a gente trabajando.

Minutos después dábamos vueltas por la planta 15, en medio de una actividad frenética, con gritos y carreras constantes.  Cuando por fin encontramos a Peter y conseguimos que nos prestara atencion.  Le pusimos al día de todo lo que nos había pasado y le pedimos ayuda para llevar a Bet al hospital.  Peter no nos contestó, simplemente nos pidió que le acompañáramos y nos mostró un monitor.  En el monitor se distinguía la zona de urgencias del hospital.  Al igual que aquí todo el mundo corría de un lado a otro, lo cual era lógico, salvo por el detalle de que corrían perseguidos, los enfermos “infectados” perseguían a los médicos, enfermeras y demás personas que allí hubiera.   Algunos militares disparaban en todas direcciones, parecia un campo de batalla mas que un hospital.

-         Eso es lo que os espera si vais al hospital, es el peor sitio, un infierno, la situación se les ha ido de las manos. Estas imágenes son de hace dos horas, ahora no sabemos ……. – nos estaba contando Peter cuando alguien requirió urgentemente su presencia.

Todos los que estábamos allí nos reunimos entorno a una gran pantalla.  El presidente iba a comunicar algo importante.   Tenia cara de cansado, abatido, le costaba mirar de frente a la camara.  Empezó diciendo que la epidemia se había descontrolado, que los recursos del gobierno eran insuficientes para hacer frente a la situacion.  Los países de nuestro entorno estaban en la misma situación que nosotros, por lo que no podíamos esperar ayuda suya.   Me choco bastante cuando dijo que algunos países asiáticos estaban procediendo a utilizar bombas atómicas contra sus ciudades.   Se comprometió a dar boletines diarios y a continuar en su puesto hasta el final.

El comunicado parecia una despedida, el resumen era que estaban desbordados y cada uno tenia que buscarse la vida por su cuenta.

Nada mas terminar el discurso casi todos optaron por dejar el trabajo y reunirse con sus familias, solo Peter y un pequeño grupo decidieron quedarse al pie del cañon.   Holly me dijo que tenia que bajar a la sala de seguridad, para asegurarse que cuando saliera todo el mundo, todo quedara cerrado.  Yo me ofrecí a acompañarla y deje a Sai con Bet que cada vez presentaba peor aspecto.

Cuando llegamos a la puerta principal encontramos que una decena de infectados, aporreaban los cristales intentando acceder al interior sin conseguirlo. Reconocí a algunos de ellos, eran los tipos que nos habían atacado en la calle.

 Entramos a la sala de las cámaras de vigilancia para ver la situación de las otras puertas del edifico.  En todas era igual, se concentraban infectados lentamente.  En todas menos en la del parking, alguien que había salido por allí, había dejado la puerta abierta.

Holly y yo nos miramos y sin decir nada salimos corriendo.
-         Ya deben de estar dentro¡¡ - grité.
-         Tenemos que bloquear el ascensor y la escalera de subida del parking – me dijo Holly apretando el botón de parada de los ascensores. 
-         Lo mismo se ha quedado alguien atrapado dentro – la dije.

Holly empezó a tocar nerviosa los botones de las cámaras buscando la del interior de los ascensores.   Cuando aparecio en el monitor, confirmamos nuestros temores, en ellos no había personas, al menos no personas normales, estaban llenos de infectados.   Se habían abierto en el parking y los infectados habían atacado a los que habían bajado en su interior.  Luego desde arriba inconscientemente habían vuelto a llamar a los ascensores a la planta 15 sin saber lo que había dentro.   Por suerte para ellos nosotros los habíamos bloqueado entre la 14 y la 15 segundos antes de que se abrieran las puertas.

Luego bajamos por las escaleras, teníamos que bloquear cualquier posible entrada al edificio.   En unos minutos formamos una barricada de muebles tras la puerta a las escaleras.  No sabíamos cuanto aguantaría, decidimos subir a avisar a los demás.

Después de subir los 15 pisos corriendo, buscamos a Peter que seguía trabajando y le pedimos que nos acompañara.   A solas le contamos lo que había pasado y que no estábamos seguras de que la barricada aguantara mucho.   En ese momento Sai entro llorando.  Nos comunicó que Bet había muerto en sus brazos.   Peter nos dijo que nos entendía, pero que este era un momento histórico y el no abandonaría el estudio por nada del mundo, al menos mientras pudieran emitir.   Que si nosotras queríamos marcharnos, en un par de horas volvería el helicóptero a repostar y podríamos hacerlo.

Nosotras tres nos quedamos en la sala deliberando si marcharnos o quedarnos, de repente un grito nos interrumpió, corrimos hacia el origen, que era un pequeño plato desde donde se emitían los informativos.   Allí estaba Bet, viva,  mordiendo al presentador del informativo en pleno directo.  Peter y el grupo que quedaban allí, intentaron separarla recibiendo arañazos y mordiscos varios sin que pudieran dominarla.
-         Holly, con la pistola – la grite sacandola de su pasmo.
-         No, es Bet – grito Sai intentando impedir que Holly disparara.

Holly apartó a Sai sin esfuerzo, como si fuera una pluma y disparo tres veces al pecho de Bet.    Los disparos la frenaron un segundo y luego avanzo hacia ella.   Holly se abrió de manos y me miro, preguntándome que hacia.

-         A la cabeza, dispara a la cabeza – La repetí.

Holly se tomo unos segundos para apuntar que me parecieron eternos y luego disparo, la cabeza de Bet estallo como una sandía.

Peter y los otros volvieron a ponerse a trabajar como si no hubiera pasado nada, Holly se quedo sentada, en estado de shock con la pistola aun humeante en su mano y Sai se acerco a mi seguramente me odiaba por decirle a Holly que disparara.

-         Hace menos de una hora que el portero mordió a Bet – me dijo mirándome a los ojos -  Dentro de una hora, Peter y el resto de estos tipos, van a pasar por lo mismo y nos atacaran – me susurro de nuevo para que no pudieran oírla.

No estaba reprochándome lo de Bet, estaba advirtiéndome de lo que nos esperaba.

Entre las dos levantamos a Holly y la convencimos de que nos siguiera a la azotea al helipuerto a esperar la llegada del helicóptero.

Fueron pasando los minutos y los fuegos, las explosiones en la ciudad cada vez eran mas habituales, sirenas, alarmas, disparos en todas las direcciones.   En el exterior del edificio se agolpaban cientos de infectados, era imposible que la barricada que habíamos improvisado Holly y yo los detuvieran mucho tiempo.

Cuando ya nos empezaba a cundir el desanimo un helicóptero apareció en el cielo, poco a poco se acerco hasta nuestro edificio, luego se paro sobre nosotras a unos diez metros y aterrizo.  La piloto se llamaba María, su nombre y sus rasgos morenos tanto de piel como de tez, delataban su origen latino.

-         ¿Cómo que no queda nadie en el edificio? – pregunto primero incrédula y luego abatida María.
-         Todos están muertos o infectados – respondimos las tres sin que eso pareciera convencerla.
-         No me iré de aquí hasta que no lo vea con mi propios ojos, el deposito del helicóptero tardara en llenarse 15 minutos, bajare a echar un vistazo. – dijo María encaminándose a la puerta de la azotea.
-         Vamos chicas, tenemos que protegerla o no saldremos de aquí ninguna – les dije a Holly y Sai.

En fila india fuimos bajando las escaleras, intentando ser lo mas silenciosas posibles.   Cuando alcanzamos la planta 15 la encontramos en silencio, demasiado tranquila, nadie hubiera dicho que se trataba del mismo sitio donde bullía actividad hace unas pocas horas.

-         Hola ¡¡¡¡, hay alguien ¡¡¡¡ - grito María de improviso antes de que pudiéramos taparla la boca.

De pronto empezaron a producirse ruidos y movimiento a nuestro alrededor.   Las tres nos colocamos alrededor de María haciendo un circulo defensivo.   De detrás de una mesa apareció un tipo que salto sobre nosotras, Holly en un alarde de puntería y reflejos le acertó en la cabeza, luego dos mas llegaron corriendo como posesos, Holly disparo al primero y le acertó en una oreja, que voló por los aires sin que el tipo se inmutara.   Cuando estaban a punto de agarrarla hice un rápido movimiento con la katana segando las manos del infectado, Holly le dio una patada que le hizo caer de culo a tres o cuatro metros.   El segundo parecía que alcanzaría a una de nosotras sin que ninguna pudiéramos hacer nada para evitarlo, cuando la linterna Macline de María impacto en la cabeza del infectado abriéndole una brecha de la que broto un liquido negro.

-         Hay que marcharse de aquí echando leches – dijo María y las cuatro corrimos hacia la azotea perseguidas por un infectado sin manos.

Íbamos a empezar a subir la escalera cuando encontramos a lo que quedaba de Peter cerrándonos el paso a la azotea. Instintivamente empezamos a bajar pisos, error, los infectados habían traspasado la barricada y subían como una horda por las escaleras.   Les dije a las chicas que me siguieran y volvimos a subir a la carrera.  Cuando llegamos a Peter este se lanzo sobre mi, yo aproveche su impulso y le hice un kata-guruma que lo proyecto al vacío por el hueco de las escaleras.  Luego el tipo manco le siguio por el hueco de la escalera, era la cuarta persona que mataba esa noche.

-         Necesito cinco minutos para arrancar el aparato, tenéis que entretenerlos – dijo María mientras abría la puerta del helicóptero.
-         A mi solo me queda una bala, la he guardado para mi – dijo Holly
-         Pues no la gastes que la vamos a necesitar – contestó Sai cogiendo una lata de gasolina y lanzándola a la puerta de la azotea.

Holly metió la bala en el revolver y disparo a la lata, generando una llamarada y fuego de varios metros de altura.   Entre las llamas brotaron los primeros infectados, que como antorchas humanas daban unos pasos y caían al suelo carbonizados.

-         Agarraos, que nos vamos – gritó María despegando de improviso.

A unos metros del suelo, parados en estacionario sobre la azotea, vimos a cientos de personas que entraban al edifico y que poco a poco alcanzaban la azotea, de esta nos habíamos salvado.

miércoles, 13 de febrero de 2013

EL BUHONERO II PARTE





-         Buenos días amigo, que contento se te ve hoy – le dije al teniente Joyce que había madrugado como yo para hacer un poco de ejercicio.

-         Je, je – rió – tengo mis motivos, hoy es catorce de febrero, el día de los enamorados y he quedado con Issy esta noche, no me digas que no es motivo para estar contento – respondió Joyce, la verdad es que la doctora Issy debía de ser de las tías mas buenas que podías encontrar en el campamento.

-         Me temo que ella no será tan fácil como crees, conozco por lo menos un par de tíos más que están detrás de ella – no era cierto, pero me gustaba picarle.

-         Si, pero seguro que ellos no tienen un as en la manga como yo.  Mira ayer estuvimos de patrulla en la 42 y paramos una furgoneta con unos tipos que se dedicaban al trapicheo.   La verdad es al principio me dio mala espina pero luego el  cabrón del buhonero resulto ser un tipo majo. – Joyce paró de contar y abrió su mochila, luego me enseño una pulsera de oro de las que valía un par de sueldos de antaño.

-         Y lo mejor de todo ¿sabes cuanto me costo?, un paquete de tabaco – se contesto el mismo – casi me dio pena aprovecharme de ese viejo cojo –

-         ¿Cojo?, ¿ese buhonero no tendría una cicatriz en la cara y acento Español? – pregunte mientras volvían a mi mente oscuros recuerdos.

-         Si, Nicolas tenia acento español, ¿lo conoces? ¿tu que le has comprado? – pregunto indiferente volviendo a guardar la pulsera en su estuche.

-         Joyce esto es importante, ¿ese Buhonero viajaba solo? – le pregunte temiendo su respuesta.

-         No, viajaba con otro tipo y con sus hijas, pero apenas pudimos verlas un momento ¿Por qué lo preguntas?

-          Es un traficante de esclavas -  contesté.  Luego salí corriendo con el rostro descompuesto recordando nuestro anterior encuentro.



Desperté a Martos, Salchi y Boris, y sin apenas explicaciones les ordene que recogieran armamento y provisiones para estar unos días fuera.   Cuando estábamos en el Hummer, me preguntaron donde íbamos con tanta prisa, a cazar una rata, respondí.  Una hora más tarde los cuatro salíamos del campamento pertrechados con 300 kilos en provisiones y armamento y con el propósito de rastrear y cazar al buhonero y eso por nuestra cuenta y riesgo, sin informar a nadie de nuestras intenciones.



En el camino les explique quien era el buhonero y porque era tan peligroso.  Un  psicópata que  violaba y torturaba sistemáticamente a quien caía en sus manos, traficaba con mujeres, drogas y armas.   Era peligroso pues no le daba ningún valor a la vida y utilizaba a podridos y humanos en su beneficio,  se movía en este nuevo mundo apocalíptico, como pez en el agua.   Les relate mi ultimo encuentro con el y como había logrado escapar vivo.



A última hora de la tarde de ese mismo día lo alcanzamos, conducía despacio en dirección oeste, hacia las montañas.   Cuando empezó a oscurecer pararon en un antiguo motel de carretera.    De la furgoneta bajaron dos tipos, uno con una larga melena a los Bob Marley se quedo vigilándola y el otro, el buhonero escopeta en mano inspecciono el lugar para asegurarse que no había podridos, cuando termino volvió a la furgoneta y abrieron la parte trasera, tres chicas bajaron atadas las unas a las otras por una cuerda.  Eran chicas jóvenes y se las veía muy asustadas.  El buhonero entro con ellas en una de las habitaciones del motel y el otro tipo se quedo limpiando la furgoneta.



El plan era sencillo, Martos y Salchi se acercarían con la intención de comprar algún objeto como había hecho el teniente Joyce.  Boris y yo les cubriríamos desde una posición cercana con el Mauser y la mira de precisión.   Si era factible los capturarían vivos y si no, un tiro y a casa.



El Hummer se acerco lentamente para no generar alarma, el tipo rápidamente se puso a la defensiva empuñando un M-16 y alertando al buhonero.  Detuvimos el Hummer a 50 metros y bajamos lentamente dejando las armas en el interior.



-         Hola, somos amigos de Joyce, nos ha dicho que vosotros podéis proporcionarnos objetos valiosos – tomo la palabra Salchi, lo cual tranquilizo al tipo y este bajo el fusil.

-         Claro, soy el peluca, acercaros aquí, tengo de todo – dijo el tipo señalando la parte trasera de la furgo.  – que susto me habéis pegado cabrones-

-         Lo que nosotros buscamos es farlopa y mojar el churro – le dijo Martos al tipo mientras le estrechaba la mano como un rapero.

-         No hay problema, ¿De donde habéis sacado un Hummer troncos? Podríais conseguir mucho dinero por el – dijo señalando al vehículo -  nosotros vamos a Bacara a unos negocios, allí podríamos vender el Hummer por una fortuna. –  insistió con los ojos llenos de codicia enfocados en el vehículo.

-         Enséñanos las putas y lo negociaremos – respondió Salchi al sorprendido traficante.   El tipo dudo unos instantes y después llamo a gritos al buhonero.

-         ¡!Nicolas¡¡ mandarme a un par de chicas, para mis nuevos amigos  - dijo riendo.



Se abrió despacio la puerta del motel y salieron dos de las tres chicas,  se acercaron dubitativas hasta nosotros y miraron al traficante, este hizo una seña afirmativa con la cabeza y ambas dejaron caer su ropa dejando sus blancos cuerpos desnudos frente a Salchi y Martos.



-         ¿Qué os parece mi mercancía?  ¿Seguro que no queréis hacer un cambio?  Y lo mejor es que aun son vírgenes je je – dijo el traficante orgulloso de los dos pivones que mostraba y por los que sabia que ganaría una fortuna.



Las dos chicas estaban temblando y tenían los ojos llenos de ojeras.   Su piel era muy blanca y su cabellos trigueros, estaban bien formadas y sus cuerpos presentaban el esplendor de la juventud.    Yo desde la distancia al igual que Boris admirábamos a las chicas, un error de principiantes que casi nos cuesta un disgusto.



-         ¡!!!Cuidado¡¡¡ – Se escucho un grito de mujer desde el interior del motel



Un segundo después una ráfaga de disparos salió de  una ventana.  El aviso había llegado justo a tiempo para que Salchi y Martos reaccionaran, saltaron sobre las chicas y se protegieron arrastrando sus cuerpos debajo de la furgoneta.   El peluca  cogió la M-16 y se acerco a ellos confiado para ejecutarlos.   Boris reacciono, hizo el primer disparo y la bala le impacto en la frente del peluca cayendo a plomo en el suelo, Boris se había habituado con los podridos a disparar a la cabeza siempre, y raro era la ocasión en que fallaba el disparo.



Entonces sin saber de donde, empezaron a aparecer podridos, posiblemente aletargados en algún rincón del motel, los disparos los habían despertado y avanzaban ansiosos hacia la furgoneta.   Salchi y Martos los vieron llegar y cogiendo a los dos chicas en volandas, corrieron con ellas hasta el Hummer, siempre cubiertos por Boris, que contaba cada bala por podrido eliminado.



Mientras Salchi y Martos escapaban en el Hummer con las chicas, el buhonero salía cojeando del motel arrastrando del pelo a la última chica con una mano  y con la otra disparando a los podridos que se cruzaban en su camino.    Al final logró alcanzar la furgoneta y escapar aprovechando la confusión.



Cuando hubo pasado todo, las chicas nos contaron que eran hermanas las tres, se llamaban Sara, Sonia y Selena, habían sido raptadas de un campamento días atrás, donde estaban refugiadas con el resto de su familia.  Sara, era la que nos había avisado y la cual aun seguía en poder del buhonero.



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Pasamos un par de días persiguiendo al buhonero.  A Boris y a mi la persecución nos pareció eterna, sin embargo Martos y Salchi se pasaron los dos días magreandose con Sonia y Selena.   Tanto besito y tocamiento empalagoso me recordaron porque odiaba tanto el día de San Valentín. Además su hermana, los había salvado y aun continuaba en manos del Buhonero y cada vez que parecía que no tenía escapatoria, volvía a escabullirse.  

El juego del gato y el ratón llegó a su fin  cuando  se dirigió hacia El Salobral, un peligroso barrio chabolista infectado de podridos, nosotros nunca nos acercábamos allí, había pocas o ninguna cosa de interés y muchos podridos esperando.  Y menos un dia como aquel, en el que el cielo amenazaba tormenta.  ¿Qué coño se le pasaría por la cabeza al buhonero para meterse allí?



Eran calles de tierra blanda sin asfaltar, se convertían en una trampa mortal cuando caían cuatro gotas de lluvia y todo se embarraba, los vehículos quedaban atrapados a merced de los podridos.   Las chabolas estaban construidas de plástico, madera y chapas de aluminio metálicas, muchas se habían derrumbado con el viento taponando las calles, lo que hacia imposible saber que te ibas a encontrar al girar una esquina.  Colocadas sin ningún orden ni sentido, formaban un laberinto de varios kilómetros por donde deambulaban miles de podridos.   Solo un loco entraría ahí dentro.



Pasamos mucho rato decidiendo que hacíamos, lo prudente era esperar a que salieran de esa ratonera, pero nos arriesgábamos a que la abandonara por una de sus muchas salidas y le perdiéramos la pista de nuevo.   Si no hubiera visto a Salchi y Martos tan predispuestos a entrar, no hubiera tomado la decisión.  Pero a ellos les volvían locos los retos y El Salobral era la polla de los retos.



Boris se coloco en la M-50 del Hummer y entramos tan rápido como nos lo permitía el terreno, ósea a unos 20 km/h, no creo que mas.    Fuimos avanzando buscando las calles mas anchas y en mejor estado, lo cual nos permitió avanzar unos cientos de metros hasta encontrar un muro en mitad de una calle que nos hacia imposible avanzar.   Mire el retrovisor con la intención de meter marcha atrás y dar la vuelta y me tope con una horda de podridos que nos seguía.   Le había dicho a Boris que no disparara si no era estrictamente necesario, no quería atraer hacia nosotros a todos los putos podridos del lugar, así que había dejado que nos siguieran en procesión tras el Hummer.    Y ahora que estábamos casi parados aparecían hasta de debajo de las piedras.



Le pedí amablemente a Boris que disparara ¡!ya¡¡ y  que nos despejara el camino.  Empezaron los fuegos artificiales mientras yo daba la vuelta al vehículo, la M-50 empezó a escupir balas.   Muchos de los podridos quedaron literalmente partidos en el lugar donde los había pillado la ráfaga.   Luego el vehículo los paso por encima y los aplasto.   Muchos se agarraron al exterior y Martos y Salchi abrieron las ventanas de sus respectivos lados y tuvieron que desengancharlos uno a uno.  Como si fueran sanguijuelas pegadas a nuestra piel así se agarraban al vehículo, incluso después de recibir un tiro en la cabeza algunos continuaban agarrados.   Por un momento pensé que quedaríamos atrapados.



Cuando por fin pude acelerar un poco y los dejamos atrás, Boris dejo de disparar.  Entonces empezamos a escuchar disparos a no mucha distancia de allí.  Parecía que le buhonero también tenia dificultades.



-         ¿Cuándo lleguemos a quien ayudamos, al buhonero o a los podridos? – Soltó la gracia Martos.



El origen de los disparos era la furgoneta de los traficantes,  estaba cerrada a cal y canto y cientos de podridos la rodeaban y la golpeaban.  Si seguían vivos estarían en el interior y bien jodidos.



-         Pues para ser tan bueno, el buhonero se ha dejado pillar muy fácil, ¿no? – dijo Boris desde la parte superior del Hummer.

-         Dan ganas de dejarlo ahí metido – replico Salchi.

-         Sacamos a la chica y a él lo dejamos que se apañe con los podridos – dije taxativamente,  sin un ápice de duda ni remordimiento.



Avanzamos con el Hummer disparando toda la artillería que llevábamos incluidos cohetes M19 y granadas de mano.  Teníamos poco tiempo, en unos segundos debíamos acabar con los podridos, sacar a los de la furgoneta y pirarnos antes de que la cosa fuera a peor.  La potencia de fuego con la que golpeamos, convirtieron los cientos de zombis que golpeaban la furgoneta, en un montón de  miembros calcinados esparcidos por el suelo, una escena de película de zombies.



   Sabíamos lo que hacíamos y estábamos acostumbrados a hacerlo. Teníamos una precisión y coordinación que la firmarían los Delta, los GEOS o los SAS.      Mientras Boris acababa con los que iban  apareciendo como un goteo, Salchi abría la furgo, cubierto por Martos.



-         Ivan, el pájaro a volado, aquí solo queda la chica asustada en un rincón -  Dijo Salchi

-         Aquí delante, solo hay unos cuantos petardos quemados – dijo Martos desde la cabina de la furgoneta.

-         Nos la ha vuelto a jugar.  Subir a la chica al Hummer y vámonos echando leches – les contesté preocupado por el numero creciente de podridos que seguían llegando.



En ese momento empezó a llover, un torrente de agua caía del cielo, mis peores presagios se cumplían, si había algo peor que meterse en el salobral, era meterse en un día de lluvia.   Aquello se iba a convertir en un lodazal y el Hummer quedaría atrapado con nosotros dentro.    Arranqué tan bruscamente que temí que Boris cayera de la torreta.    Los chicos disparaban en todas direcciones, a todo lo que se movía, yo conducía rápido pero sin locuras, quedarnos atrapados ahora seria la muerte.    De pronto cuando la tierra se ablando lo suficiente, para que empezaran a emerger podridos del suelo, enterrados o atrapados en la tierra, el agua los había liberado.



- Iván estoy casi seco de munición, como sigas dando vueltas mucho rato mas !estamos jodidos¡¡  -  dijo Boris desde la torreta.

- Esta bien, agarraos lo mas fuerte que podáis -  dije consciente de que había que jugársela.



Pegue un volantazo y enfile el Hummer hacia una chabola.   La atravesamos sin impacto, como un cuchillo afilado atraviesa la mantequilla.    Al otro lado de la chabola!!Bingo¡¡ una puta salida del salobral.



Pasados unos kilómetros de El Salobral, por fin pudimos detenernos.  Las chicas salieron del Hummer y las tres se fundieron en un abrazo. Salchi y Martos los flipaban reviviendo la experiencia, Boris y yo intentábamos darle un poco de agua a Sara y tranquilizarla.   Era una chica alta, delgada y estaba muy sucia, vestida con harapos que dejaban entrever sus voluminosos atributos, era joven y tenia una sonrisa amplia.  Como las otras hermanas no paraban de fliterar con Martos y Salchi, Boris puso un especial interés en Sara se notaba por la forma dulce de tratarla que había filling.



-         Me llamo Boris ¿Cómo estas? ¿Qué necesitas? – La dijo con una sonrisa, a la par que estiraba la mano ofreciéndola su cantimplora para que bebiera algo de agua.

-         ¿Qué ha pasado con el buhonero, donde esta? – Grite yo, levantando un poco la voz, por la impaciencia y la impotencia de ver que se había vuelto a escapar.



La muchacha nos miró con ojos de asustada y no dijó nada.   Pensé que aun estaría bajo los efectos del Shock y le deje a Boris que se ocupara de ella, lo mejor seria darle algo de comer y ropa, la chica no paraba de temblar.    Cuando Boris hizo el ademán de colocarle una manta por encima, la chica se giro escondiendo el brazo, Boris y yo nos miramos a los ojos, ella ocultaba algo.    La sujetamos de los hombros y empezó a gritar.   Los demás se acercaron corriendo para ver lo que  pasaba.    Yo la levante la manga de la guerrera y los seis vimos el mordico, redondo y morado de un podrido.    Estaba sentenciada, todos se pusieron a llorar y a gritar, no paraba de repetir que no quería morir.  Uno por uno nos suplico que la ayudáramos, pero eso era imposible, sabíamos que ya no tenía solución.   Los chicos se acercaron a ellas y cada uno abrazo a una intentando consolarlas y calmarlas.



Luego con una gran entereza, ella asimilo su situación y nos contó todo lo que sabia del buhonero.  Eran hermanas, habían sido raptadas por el buhonero y ahora las llevaban a un mercado de esclavos en las montañas, llamado Bacara, a unos siete días en la furgoneta hacia el este.   Nos contó lo furioso y preocupado que estaba el buhonero por nuestra persecución.  Al final como venganza había dejado que la mordieran los infectados y luego abandonado en la furgoneta para atraernos a una trampa mortal.   Casi lo consiguió.



Esa misma noche la fiebre le subió y empezó a delirar, lo único que pudimos hacer fue darle un poco de morfina para que no sintiera dolores, poco mas tarde murió.  Boris nos pidió que le dejáramos a el.  La cogió entre sus brazos y la disparo son su P-22 a la cabeza, la bala la atravesó, entrando por una sien y saliendo por la otra. 



Luego se levanto y dijo.



-         ¿Qué hacéis ahí mirando? Vamos a enterrarla y a seguir la caza de esa  basura.



Los seis montamos en el Hummer y sin cruzar palabra pusimos rumbo a Bacara.