martes, 30 de abril de 2013

EL PELUCO DE SCHWEINSTEIGER

-    ¡Vaya peluco wapo! – dijo Boris mirando fijamente el bonito reloj que lucía Martos– Si es un Omega auténtico, te lo cambio por una lata de sardinas. – continuo mirando el reloj a la par que sacaba una lata de sardinas de un bolsillo.
-    Olvídate del reloj, es un regalo de Schweinsteiger, a ti que te gusta el futbol, ¿seguro que sabes quien es? – Le rechazo la oferta Martos.
-    Que no se quien es, je je y si te digo que yo me he follado a Sarah su mujer ¿que dices? – dijo con semblante serio Boris, ante la atónita mirada de su amigo.
-    ¿ A Sarah Brandner? ¡Ya me lo estas contando! – grito Martos entusiasmado y acomodándose en el viejo sofá.
-     A Sarah Brandner y a Lena Gercke, la de Khedira -  recordó pensativo, acomodándose en el otro viejo sofá.

Eran los primeros días de la epidemia, todo el mundo iba de aquí para allá, buscando refugio.  Yo estaba en la Autobahn, conduciendo  sin tener muy claro cual era mi destino.   Me estaba quedando sin gasolina e iba a parar en la siguiente estación de servicio.  Me encontraba a unos cientos de metros de la gasolinera cuando vi como los infectados atacaban a todo el que paraba en ella.  Eso provoco que la gente huyera aterrorizada atravesando la autopista.     Un gran camión de mercancías, que circulaba delante de mi, intento esquivar a la gente y perdió el control, volcando en mitad de la autopista y bloqueando todos los carriles.

En décimas de segundo me encontré con el camino bloqueado y una gasolinera petada de podridos, dando buena cuenta de todos los desdichados que atrapaban.  Los coches continuaban llegando, amontonándose en una trampa mortal, donde los que habíamos llegado primero quedamos atrapados.

Por unos segundos, pensé en cerrar los seguros e intentar aguantar oculto dentro del coche a que llegara ayuda,  pero un vistazo al coche de mi derecha donde una mujer gordita y sus hijos cerraban los seguros y se abrazaban, me trajo a la mente la imagen de un montón de comida enlatada.  Nosotros éramos la comida y la lata tarde o temprano se abriría para banquete de los podridos.

Salí del coche y mire a mi alrededor, los podridos estaban muy cerca.  El pánico se apodero de mi y corrí hacia el bosque.   Junto a mi un grupo de personas había tomado la misma decisión y se habían introducido en la selva negra.   Conforme corríamos, muchos tropezaban o paraban por el cansancio, dejando el grupo cada vez mas reducido.

No nos sentimos seguros hasta que no atravesamos aquel río.  Sabíamos que el río era un muro que los infectados no podrían atravesar.   En ese momento éramos cinco los que quedábamos.   Y para mi sorpresa, los conocía muy bien, había visto muchas veces sus caras en televisión, ellos eran dos futbolistas famosos, Samy Khedira y Bastian Schweinsteiger y ellas eran sus mujeres, Sarah y Lena.  Dos rubias mas altas que yo, ambas modelos e impresionantes.   Nos presentamos y decidimos seguir avanzando, no podíamos retroceder, ni esperar ayuda de nadie.  

Pasamos largo rato caminando, sin rumbo, perdidos en la inmensidad e la selva negra.  Cuando el cansancio y el desanimo empezaba a manifestarse un pequeño sendero nos devolvió la esperanza.    Seguimos el sendero hasta que llegamos a una pequeña cabaña.  Era un refugio de guardabosques, estaba cerrada con un candado que reventamos a pedradas.    En su interior solo había una cama y una pequeña mesa de maderas, con un par de sillas.   Tenía un chimenea y abundante leña preparada.    Discutimos sobre el riesgo de encender la chimenea, pero era tanto el frío que teníamos,  que decidimos arriesgarnos y encender el fuego.  

En menos que canta un gallo estábamos todos dormidos, a pesar de no haber comido en horas y del peligro que suponía dormirse sin dejar a nadie de guardia y además con el fuego encendido.    El cansancio y la tensión pudieron con nosotros, esa noche ellas se acostaron en la cama y nosotros en el suelo pegados a la puerta.

La mañana siguiente decidimos que lo mas sensato, era permanecer en la cabaña unos días, al menos hasta que todo volviera a la normalidad.  Nos repartimos tareas, las chicas buscarían leña y se ocuparían de la cabaña, los chicos nos ocuparíamos de explorar la zona y de intentar encontrar algo para comer.   Lo que pasa es que ellos dos eran urbanitas muy torpes y el único que pudo pescar algo en el río y cazar unos animales, fui yo.

Esa noche comimos y reímos,  luego nos acostamos y cuando creyeron que yo ya estaba dormido,  las chicas se desnudaron dejándome ver en la penumbra sus esculturales cuerpos,  sus perfectos y redondos pechos, sus respingones culos desnudos.  Luego se entregaron a sus maridos, follando los cuatro a pocos metros de mi, ignorando mi presencia, quizás incluso les pusiera que yo estuviera allí mirando y pelándomela.

La mañana siguiente los cuatro reían y me vacilaban,  yo aguantaba sus bromas e intentaba pensar en otra cosa.   De repente un fuerte golpe en una de las paredes, nos dejo a todos mudos, algo estaba golpeando el exterior de la cabaña.   Los golpes se fueron acercando hasta la puerta, todos permanecíamos inmóviles intentando no hacer ningún ruido que delatara nuestra presencia.   Hasta que un golpe seco abrió la puerta de la cabaña y vimos que era lo que nos temíamos.  Allí bajo el marco de la puerta un hombre de mediana edad, vestido de verde, seguramente un cazador, con la piel gris y los ojos negros, soltaba un gruñido de furia y satisfacción al vernos.   Los cuatro reaccionaron corriendo y abrazándose atemorizados en un rincón de la cabaña.   Yo sin embargo, cogiendo un tronco y golpeando la cabeza del podrido, una y otra vez hasta que cayo inerte en mitad de la cabaña con el cráneo destrozado.

A partir de ese momento decidí que algo tenía que cambiar.  No podía ser que yo fuera el macho alfa, el único capaz de suministrarles comida y de defenderlos y sin embargo me tuviera que matar a pajas, viendo como esos dos "primaveras" se follaban a los pivones.

Salí a por alimento solo, ellos cuatro no querían separarse.  Cuando volví poco después, con unos pocos peces les dije claramente que yo ya no pescaría ni cazaría para ellos.  Los alimentos escaseaban y lo que consiguiera seria para mí.   Esto les sentó muy mal, Samy y Bastian me presionaron primero, luego me insultaron y al final decidieron ir ellos mismos a pescar y cazar.  Yo me quede en la cabaña con Lena y con Sarah las cuales me ignoraron e incluso me amenazaron con echarme de la cabaña.   Cuando sus maridos volvieron con las manos vacías, su actitud cambio, pasaron del desprecio al peloteo, se habían dado cuenta de que me necesitaban.

Las mañana siguiente como siempre, madrugue para ir de caza.  Ese día todos estaban despiertos, querían acompañarme, no los deje, nos fuimos por separado, ellas nos despidieron a los tres con besos, incluido a mi, a pesar de los insultos del día anterior.  Su cambio de aptitud no me hizo variar un ápice.  Recorrí las trampas que había colocado y regrese a la cabaña con un par de ardillas.   Los cuatro estaban allí esperándome, ellos no habían traído nada,  y cuando por segundo día consecutivo les negué la comida,  dejando solo que comieran los restos de la mía, las chicas se pusieron a llorar y ellos prometieron obedecerme si los enseñaba a pescar y cazar.

A partir de ese día, las chicas empezaron a coquetear conmigo, estaban utilizando el arma que no les fallaba nunca para conseguir lo que quisieran, su cara y su cuerpo.   En ese momento podía habérmelas follado, pero quedaría a su merced y no era eso lo que quería,  aun no era el momento.   Los entregue algo de comida y les deje muy claro, que a partir de ahora el que mandaba en la cabaña era yo, si querían comer y sobrevivir todos obedecerían mis ordenes, sin discutir.   Aquella noche yo dormí en la cama y ellos cuatro en el suelo.   Y si hubiera invitado a cualquiera de las dos a acompañarme, casi seguro hubiera venido y me la habría follado delante de su marido, aun no era el momento.

Al día siguiente, yo estaba eufórico,  me sentía superior y decidí enseñar a  Samy y Bastian que vinieron conmigo.  Para reafirmarme les dije que íbamos a cruzar el río y exploraríamos la zona de la autopista y la gasolinera.   Vi el miedo en sus caras y les ordene que esperaran pescando a que volviera.    Avance cautelosamente por el bosque, en el trayecto hasta la Autobahn vi varios podridos deambulando que por suerte no me vieron a mí.

Cuando por fin llegue hasta la gasolinera, estaba desierta, allí ya no quedaba nadie vivo, solo podridos.  Muchos podridos paseaban desorientados, otros estaban desmembrados y apenas podían moverse, también observe algunos en el interior de los coches, seguramente no podían o no sabían salir del interior.  De todas formas no iba a arriesgarme.  Explore la gasolinera, estaba todo volcado, las estanterías tiradas y mucha sangre por todas partes.  Recogí una botellas de J&B del suelo y unas latas de conservas y salí tan rápido y silenciosamente como pude.

Al llegar al río les informe de cómo estaba la autopista y les mostré lo que había conseguido.   Volvimos a la cabaña y abrimos la botella de whisky y las conservas.  Los cinco bebimos y comimos, luego Samy y Bastian hablaron entre ellos y salieron de la cabaña, querían ir a la gasolinera a por mas comida y bebida.  Yo trate de impedirlo, pero las chicas semidesnudas, me pidieron que dejara a sus maridos que se marcharan, no tuvieron que pedírmelo dos veces.

En cuanto sus maridos salieron por la puerta las chicas se tiraron encima de mí, besándome y acariciándome como expertas meretrices.  Las pedí que se desnudaran y ellas entre besos  y caricias se fueron quitando la ropa.   Lo había conseguido,  las dos rubias estaban totalmente desnudas ante mí, a menos de un metro de distancia.  Las dos eran altas, con larga melena de  pelo rubio, suelto como leonas,  Lena tenía una cara mas bonita que la de su amiga, con los rasgos mas perfectos,  pero la cara de zorra de Sarah me daba mas morbo.  Su piel era muy blanca y ambas presentaban unas espectaculares tetas, grandes, con los pezones claros.   El pubis de Lena era rubio y el de Sarah oscuro, llevaban unos días sin depilárselos y aun así eran perfectos.    Me tumbe en la cama y ellas  me quitaron la ropa a tirones, parecían dos fieras.  A partir de ahí empezó el sexo duro, Lena y Sarah fueron perforadas por todos sus orificios, mi semen regó su cuerpo y sus caras durante varias horas, fueron apoteósicos polvos, pasando por todas las posturas posibles y algunas casi imposibles.   Cuando ya no pude  más, siguieron ellas dos montándose un lesbico antológico.    Yo tenia agujetas hasta en la polla, palabra.

Cuando por fin los tres quedamos rendidos de cansancio, advertimos que habían pasado varias horas y sus maridos no habían regresado, eso no era normal.   Las chicas se empezaron a poner nerviosas conforme llego la noche y sus maridos no aparecían.  Yo intente convencerlas de que no tenían que preocuparse, aunque los hubiera pasado algo, no los necesitaban para nada, yo me ocuparía de ellas, "en todos los aspectos".   No las convencí, ellas seguían queriendo a sus maridos y a mi solo me follaban por el interés.

Cuando salí de la cabaña las eche una ultima mirada, algo me decía que no volvería a verlas y tome una fotografía metal,  juntas como dos ángeles rubios me apremiaban con la mirada mientras yo disfrutaba de la visión de esas caras de ángel y esos cuerpos de diablesas.

Cuando llegue a la gasolinera ya estaba bien entrada la noche, apenas se veía nada, pero los aullidos de los podridos eran un reclamo fácil de localizar.    Había un gran grupo entorno a la gasolinera, gritando, con los brazos y la cabeza apuntando al cielo como si rogaron a un dios.   Me acerque un poco mas y comprendí su postura. Samy y Bastian estaban el techo de la gasolinera atrapados.   A sus pies una treintena de podridos los rodeaba.  Afortunadamente estaban sentados tranquilamente, el pánico no se había apoderado de ellos y no intentarían ninguna tontería.

Como sabia que los podridos no me iban a molestar, aproveche para registrar los coches que habían quedado abandonados en la Autobahn.    La gente abandono sus pertenencias apresuradamente y el suelo estaba sembrado de ropa, joyas, juguetes, etc. Nada que fuera útil dadas las actuales circunstancias.   Así continúe buscando por los coches, uno a uno hasta que ¡¡Bingo!!  El coche de un cazador, con un rifle Mauser de cerrojo guardado en una funda metálica,  una caja con un visor de mira telescópica Swarosky y montones de cajas de munición de 270. 

Busque una buena posición en un árbol y espere a que amaneciera.  Cuando la visibilidad me lo permitió,  cargue la primera bala, apunte a la cabeza de uno de los podridos y dispare.   El tiro se desvío un poco arriba a la derecha.    Corregí la desviación en la mira y repetí el disparo, al instante la cabeza del podrido reventó como una sandía.   Samy y Bastian miraban atónitos, sin saber ni de quien, ni de donde procedían los disparos.   Seguí disparando, con paciencia, como si estuviera en una feria disparando al pato, uno a uno fueron cayendo los podridos.      Cuando tan solo quedaba media docena.   Por mi mente pasaron ideas extrañas, tenia sentimientos cruzados, quería dispararlos a ellos y quedarme con sus mujeres,  que fueran mías para siempre.     Otro disparo, quedaban pocos, tenia que decidir rápido, en breve no quedarían podridos que los retuviesen.   Levante el rifle un poco, allí en el visor estaba la cabeza de Samy, la veía claramente, solo tenia que presionar un poco el gatillo y se acabo.

Bang ¡¡¡  Sonó el disparo y la bala salió hacia la cabeza de Samy, la bala le rozo la frente.   Los dos se miraron y saltaron del tejado por un lado vacío de podridos.   Corrieron hacia el bosque perseguidos por el puñado que aun quedaba en pie.   Volví a levantar el rifle, apunte y Bang.     Ese podrido nos los alcanzaría nunca, dispare tres veces más, hasta que los perdí de vista en la espesura del bosque.

La decisión estaba tomada, yo no volvería a la cabaña con los cuatro.  Ellos seguirían su camino y yo el mío.   Llene un 4x4 de gasolina, lo cargué con todo lo que pensé que podía serme útil y me marche que la imagen mental de Sarah y Lena.

-    Por cierto que el reloj de Bastian Schweinsteiger era un Breitling, no un Omega.  No se de donde has sacado ese reloj, pero te aseguro que no era el suyo – dijo Boris volviendo a guardar la lata de sardinas en el bolsillo.
-    He dicho Schweinsteiger, quería decir Rummenigge. Venga vale, media lata de sardinas, je je – Rió Martos, mientras perseguía a Boris con el reloj en la mano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario