Los
primeros vómitos los achaqué a un simple mareo producido por los vaivenes del
velero, luego llego la fiebre, tenía que
ser una insolación. Las chicas estaban
muy nerviosas, habían visto a demasiada gente infectarse y convertirse en
zombie, sabian que acabaría atacando a todo el que se encontrara a mi alrededor. En una de las idas y venidas de conciencia
me pareció oír que discutían sobre si lo mejor sería abandonarme. Por conciencia, cariño o por algún otro
motivo no lo hicieron. Yo me hallaba
moribundo, sin apenas fuerzas, a ratos sudando y a ratos temblando, me extraña que aun
recuerde algo de aquello, aunque sea con lagunas.
- Sabine, mira hay gente pescando en la orilla. – La voz de Daniel
me sonaba tan lejana como confusa.
- No podemos arriesgarnos Daniel – La contesto rápidamente su
hermana.
- Si no hacemos algo morirá, así que una de dos, o nos arriesgamos a
acercarnos o directamente le tiramos al mar – La voz de Daniel sonó dura y
tajante.
Lo
siguiente que recuerdo es ir subido sobre unas parihuelas, cegado por el sol en la
cara y escuchando multitud de voces cercanas, aquellas voces, no me resultaban
familiares.
- No os preocupéis chicas, no tenemos medicinas, pero tenemos un
homeópata que conoce un montón de plantas que pueden bajarle la fiebre y salvar
a vuestro amigo – era una voz desconocida, pero estaba seguro que se
refería a mi.
- ¿Esta muy lejos esa granja? , esta muy enfermo, no se si
aguantara. – Esa era la voz dulce de Sabine, era inconfundible.
A mi
me daba igual que estuviera lejos o cerca la granja, yo estaba convencido que
esos eran mis últimos minutos de vida. La única duda que tenia era si me iba a
levantar y convertirme en un caminate o si me iba a quedar tranquilamente en el
hoyo. Así que volví a cerrar los ojos,
sin saber si volverían a abrirse.
- Ya lleva 2 días, inconsciente, no creo que sobreviva - escuche una voz grave, seguramente de alguien mayor.
- Por lo menos sabemos que no es el virus, ya habría muerto y
resucitado – le respondió una voz lejana, me esforcé por abrir los ojos y ver de
quien era, pero todo estaba borroso.
- Zooombiss¡¡¡¡¡ - Sonó un grito de alerta en el exterior.
- Correr, correr¡¡ Están por todas partes¡¡ - sonaban gritos de pánico y caos.
- Seguidme, hay que llegar al refugio, allí estaremos a salvo
– note gran cantidad de movimiento a mi
alrededor.
- ¿Pero y nuestro amigo, no podemos dejarlo aqui………….-
contesto una de las chicas, creo que Sabine.
- El esta mas muerto que vivo, seguime -
fue lo ultimo que escuche antes de volver a desmayarme.
Cuando
recupere la conciencia estaba todo en silencio, yo apenas podía
distinguir nada. Tan solo un poco de
olor a madera quemada. Me encontraba
muy débil, seguramente llevaba días sin comer, pero note que ya no tenia fiebre
y los síntomas de la enfermedad habían remitido, aunque débil estaba curado.
Salí
al exterior, no quedaba nadie, tan solo los restos de un saqueo. Algo no cuadraba, si les ataco la horda,
yo tendria que estar muerto, ademas tendría que estar todo sembrado de cuerpos mordidos o descuartizados y
allí no quedaba nadie, ni vivo ni muerto.
Las
señales que encontraba, no eran del ataque de una horda, mas bien parecian las que dejan los
saqueadores. Se habían llevado todas las cosas de valor, incluidos los
animales. Las huellas de personas estaban dispersas en muchas
direcciones distintas y solo había un grupo homogéneo de pisadas que debían de
ser unos quince hombres cargados con animales y enseres, se dirigían juntos al sur, al interior.
Decidí perseguirlos, debía
partir rapidamente para que no me cogieran mucha ventaja, así
que en cuando pude comer algo y recuperar algunas fuerzas, partí en una
persecución de alguien que ya me debía de llevar varias horas de ventaja y que yo esperaba
me llevara a encontrar a Daniel y Sabine vivas.
Un
día después los alcance, nada mas verlos comprendí lo que había pasado. Todos los saqueadores estaban disfrazados de
zombis, tenían pintadas las caras y sus ropas eran harapos con el fin de
provocar el pánico entre las personas a las que atacaban. Se estaban preparando
para otro ataque a un grupo de personas refugiadas en una aldea. El modus operandi estaba claro, esperaban a la noche para atacar por sorpresa
aprovechando el pánico a los infectados.
La reacción lógica de la gente era huir o refugiarse en algún edifico
seguro. Si alguien les hacia frente,
utilizaban armas blancas para no levantar sospechas. Luego saqueaban el lugar y desaparecían.
Lo
primero que se me paso por la cabeza fue volver a la granja, sabiendo que la
gente volvería poco a poco, pero lo mas seguro es que las chicas ya me dieran
por muerto y zarparan en el velero.
Tenia que decidir entre volver lo antes posible o intentar frenar la
rapiña del grupo de falsos zombis.
Me dio tanta rabia la bajeza de esos tipos que decidí
quedarme y pagarles con la misma moneda.
Lo primero era rasgar y romper mi ropa, luego cubrir mi cuerpo y mi cara
con la sangre de algún pobre animal que se cruzo en mi camino y al final algún
que otro retoque en la cara con un trozo de corcho quemado, para convertirme en
el podrido justiciero. Ya estaba listo
para darles su merecido.
Empezaron
a oírse gritos en la aldea, la fiesta había comenzado, todo el mundo empezó a
correr y a buscar a sus seres queridos, familias enteras corrían a refugiarse
en la iglesia. En unos pocos
minutos ya no se veía a nadie por las
calles, que no fueran los zombis entrando y saliendo en las casas para
saquearlas. Dos zombis empujaron una
vieja furgoneta hasta la puerta de la
iglesia, bloqueando la salida de todos los aldeanos.
Yo
empecé a caminar lentamente hacia la aldea, sin ningún plan, sin tener claro si
esos tipos merecían la muerte o un simple escarmiento, cuando sucedió algo que
me aclaro las dudas. Apareció una
familia de la aldea, estaban escondidos en una de las casas. La chica mas joven estaba en avanzado estado
de gestación, no habían tenido tiempo de refugiarse en la iglesia, los zombis los habían reunido a los cuatro
en la plaza delante de la iglesia. A los dos hombres los pegaron una paliza que
los dejaron medio muertos, luego cuando estaban tirados en el suelo,los
humillaron meando encima de ellos.
Mientras tanto, se lanzaban entre ellos a las
mujeres, insultándolas y arrancándoles la ropa a tirones, como en un juego
macabro.
Desde
algún sitio del interior de la iglesia
debieron ver lo que pasaba fuera y los de dentro empezaron a golpear la puerta
de la iglesia intentando abrirla y salir fuera a ayudar a la familia. Los saqueadores reaccionaron acumulando leña
alrededor de la iglesia, iban a quemarla con todos los aldeanos dentro. Esos miserables eran peores que los zombis y, desde luego no merecían vivir.
Esperé pacientemente el momento oportuno,
mientras estuvieran en la plaza juntos,
tenia pocas posibilidades de acabar con ellos. Después de encender las ramas que habían
puesto alrededor de la iglesia, continuaron el saqueo a la aldea. Tan solo quedaron en la puerta de la iglesia, un cuarteto de saqueadores, habían
empezado a violar a las dos mujeres sin reparar en la edad o en el embarazo e
ignorando sus llantos y suplicas.
Empecé
a caminar despacio hacia el centro de la plaza, cojeando con la mirada fija en
los cuatro tipos que se habían convertido en mi objetivo, sujetando fuerte el
cuchillo que llevaba escondido en la manga.
Cuando estaba a pocos metros uno de ellos advirtió mi presencia.
- ¿Tu quien coño eres? – dijo el tipo en voz alta para llamar la
atención de sus compañeros.
- A ver si va a ser un zombie de verdad – le contesto otro, yo impasible seguía avanzando hacia ellos.
- "Negro", encárgate tú del podrido, que yo le estoy
dando unos capones con la polla al bebé.
Je je - dijo el tipo que estaba
penetrando a la embarazada.
El
negro, que era un tipo de piel y cabello oscuro, cogió una especie de bate de
béisbol del suelo y salió a mi encuentro.
Yo
seguí avanzando a mi ritmo, lentamente esperando el momento que intentara
asestarme un golpe en la cabeza. Todo
fue muy rápido, el negro levanto el bate,
yo me eche encima suya y le introduje el puñal en el estómago. Los dos caímos al suelo, me quede encima suya
fingiendo que lo devoraba.
Cuando
los otros tres lo vieron dejaron a las dos mujeres tiradas en el suelo y
recogieron sus armas, eran armas blancas, lo que me daba cierta tranquilidad,
hasta el momento no había visto a nadie con armas de fuego.
Se
acercaron a mí los tres en paralelo andando despacio, con cuchillos y palos en
las manos. Yo espere paciente a que
estuvieran lo suficiente cerca.
Cuando los tres llegaron hasta mi, el que estaba a mi espalda levanto un
palo para asestarme el golpe mortal, en ese momento me gire y le rebane el
cuello, los otros dos miraron atónitos como mi puñal entraba y salía de sus
cuerpos antes de que pudieran reaccionar.
Los
dejé agonizando en el suelo y me
acerqué a las mujeres.
- Hay que darse prisa, tienen que retirar esa furgoneta de la
puerta de la iglesia, antes de que el humo y el fuego acaben con todos los
habitantes de la aldea. – les
dije, sin mucha fe en que fuesen capaces de hacerlo.
- Yo lo haré - respondió la chica preñada mientras se
incorporaba y ayudaba a incorporarse a la que debía ser su madre o su
suegra.
Según
me alejaba miré atrás y vi como las mujeres retiraban la furgoneta de la puerta
y la gente empezaba a salir corriendo de la iglesia. Era el momento de acelerar el paso, si me
encontraban allí pensarían que era uno de ellos y me lincharían. Me apresure en salir de la aldea y meterme
en el bosque.
Desde
un lugar seguro pude ver como los aldeanos poco a poco iban dando caza a todos
los supuestos zombis y los reunían en el centro de la plaza.
Al
finalizar la noche tenían a todos
reunidos en un círculo y molidos a palos, prisioneros en el centro de la
plaza. No me quede a ver cual era
el final que le esperaba a aquellos hombres, decapitados, quemados o empalados
a mi me era indiferente, tenia prisa por volver a la costa.
Un
día después estaba de vuelta en la granja donde fui curado, la gente ya había
vuelto a la normalidad. Les conté lo que
había pasado, lo de los falsos zombis y lo de la aldea. Me dieron las gracias y me informaron que mis chicas se habían marchado esa misma
mañana, que si me daba mucha prisa en llegar al mar quizás los alcanzara, una
joven se ofreció a guiarme en el camino.
Corrimos
como alma que lleva el diablo los pocos kilómetros que separaban la granja de
la costa. Cuando llegamos a la costa,
subimos al punto más alto que encontramos y oteé el horizonte en busca desesperada del velero, pero solo pudimos
ver como un pequeño punto se alejaba mar adentro.
Yo me
dejé caer de rodillas, cansado y
a la vez frustrado por que mis esperanzas de hacérmelo con las dos al mismo
tiempo se habían esfumado mar adentro.
- No este triste señor, seguro que las alcanzara – me dijo la
chica que me había acompañado a la costa y que ahora me abrazaba para
consolarme.
Ese fue el primer momento en el que me fijé en ella, era una chica joven, rubia de ojos azules, tenia una
cara y una sonrisa muy atractiva.
- Yo se donde hay otro barco, aún podemos alcanzarlos – me dijo
- No me llames señor, que no soy tan viejo, llámame Iván, dime,
¿donde esta ese barco? - la respondí
intrigado.
- Mi nombre es Sofía y antes de decirle nada, me tiene que
prometer que me llevara con usted. Me separé
de mi familia en Helsinki y necesito que alguien me lleve allí de vuelta. – Sofía se me
quedo mirando expectante con expresión triste.
- Aunque llegáramos a Helsinki ¿Qué te hace pensar que tu familia
sigue viva? – le pregunté,
aunque ya tenia muy claro que me marchaba con ella a Finlandia.
- Tenemos una casa en el bosque, se que se refugiaron allí, tan
solo tenemos que remontar el río hasta el lago Tuusula – mientras yo asentía,
su voz y su cara se iluminaron y me propinó
otro fuerte abrazo. Yo aproveche para
devolvérselo y ponerme mas cardiaco si
cabe pensando en nuestro viaje a Finlandia.
Me ha gustado lo que he leido. Saludos y sigue así. http://virusdelamuertehistoria.blogspot.com.es/
ResponderEliminar